miércoles, 28 de mayo de 2008

La izquierda española frente a las difamaciones de los técnicos

En la Segunda República, cuando el partido socialista proponía medidas de reforma agraria, hubo varias voces disonantes que advirtieron del peligro de realizar este tipo de cambios sin atender a estudios previos sobre la capacidad económica de la tierra para servir de medio de vida a las personas a las que se le quería repartir (en caso de distribuir lotes) o a las que se quería asentar (en caso de colectivizaciones). Algunas de estas voces se encontraban entre las más solventes del propio socialismo: personas como Julián Besteiro avisaron del riesgo que se corría de sumir al país en la miseria si se le condenaba, desde una mentalidad anti-industrial, a ser perpetuamente agrícola.

Pero los informes técnicos que alertaban acerca de la situación provenían sobre todo de agentes como las cámaras agrícolas y de comercio o los notarios. En ningún momento se prestó atención a este tipo de estudios; del mismo modo, fue frecuente la negativa a permitir que hubiese técnicos que inspeccionasen las tierras para informar de la viabilidad económica de la reforma, y se insistió en que al frente de las colectividades se colocase a sindicalistas en lugar de a expertos.

No es tan inexplicable como puede parecer: al fin y al cabo, los informes los habían elaborado agentes al servicio de la reacción. Los técnicos eran los instrumentos de una oscura artimaña de la patronal. Por lo demás, los altos ideales morales de la reforma agraria no podían verse comprometidos por nimiedades de carácter técnico. Se iba a cambiar el rumbo de la Historia, y en semejante tesitura es difícil suponer que las comadronas de un nuevo mundo fuesen a detenerse ante las limitaciones que imponían la realidad y la lógica económicas. Entre otros resultados, acabarían repartiéndose lotes de tamaño ínfimo con la pretensión de que alimentasen a unidades familiares completas: en ocasiones, hablamos de 2,5 hectáreas. De dehesa, para más inri.

Sobre esta insensata actitud de desdén hacia el estudio científico y concreto de los problemas escribía en 1937 Clara Campoamor:
Los partidos españoles de extrema izquierda han hecho ostentación, a menudo, de un profundo desprecio por la técnica en todos los campos, al menos por la técnica "burguesa", la única que lógicamente podía existir en el país en el momento de la llegada de la República. Bastaba, en su opinión, con poseer la fe y el entusiasmo revolucionario para poder ocupar cualquier cargo en el gobierno.
Este desprecio no dejó de manifestarse en el momento de la lucha [en la Guerra Civil].
El gobierno esperaba vencer al movimiento militar gracias al fervor republicano y revolucionario de los trabajadores.
Efectivamente, también durante la Guerra Civil el bando republicano fue víctima de su propia fe en el pueblo y de su desprecio por los requisitos reales de un enfrentamiento bélico. Vicente Rojo explicaría así la derrota republicana:
(...) hemos sido nosotros los que le hemos dado [al bando sublevado] la superioridad en todos los órdenes, económico, diplomático, industrial, orgánico, social, financiero, marítimo, aéreo, humano, material y técnico (...); y se la hemos dado porque no hemos sabido organizarnos, administrarnos y subordinarnos a un fin y a una autoridad.
Setenta años después y memoria histórica mediante, seguimos sin aprender. Las advertencias acerca de los efectos que tendría ciertas medidas del gobierno eran, de nuevo, artimañas de la patronal. O de la oposición.

Era mentira que con los cheques-regalo para los jóvenes fueran a subir los precios de los alquileres.

Era mentira, también, que los 400 euros fueran un inútil derroche de dinero que detraía fondos para otras medidas más sensatas. O que una medida tan pretendidamente progresista e hiperprogresiva no fuera a beneficiar a los más pobres.

Era mentira que para que la Ley de Dependencia sirviera de algo hicieran falta medios suficientes para su adecuada implantación. Es de suponer, opina una servidora, que el recorte de los beneficiarios de esta medida en Andalucía (al margen de lo que indica la propia ley) se habrá debido a una falta de recursos y no a la maldad intrínseca de la Junta.

Nada de esto era verdad. Artimañas todo.

domingo, 25 de mayo de 2008

El referente europeo (II): La "vocación europea" del Régimen

Edit: Este artículo y el precedente, también en la Tribuna de Lorem-Ipsum.

Es obvio que el Franquismo nunca fue europeísta. De hecho, el propio Franco describió el alzamiento como una cruzada destinada a proteger los valores católicos de la patria frente a las doctrinas "bastardas, afrancesadas y europeizantes" del liberalismo. Junto con rojos y separatistas, los liberales europeizantes habrían de ser para el régimen franquista durante sus cuarenta años de existencia la amenaza fundamental a la que se enfrentaba España. Sin embargo, tampoco cabe considerar que Franco fuera antieuropeo; a su manera, el Generalísimo afirmaba que estaba luchando por los valores de la auténtica Europa, la que tenía su base en la civilización cristiana y se veía amenazada por las fuerzas oscuras del liberalismo y el comunismo. España era la depositaria de la misión de defender la civilización y el cristianismo en Europa frente a las amenazas que se cernían sobre ella. Por otra parte, pese a la neutralidad –o no-beligerancia– del régimen en la Segunda Guerra Mundial, lo cierto es que el dictador nunca ocultó su gusto por el "orden europeo" preconizado por Hitler; la alianza con los poderes del Eje habría de llevar a España a recuperar su esplendor imperial y el prestigio perdido.

El desenlace de la contienda mundial frustró estas ambiciones, sumiendo a España en una etapa de ostracismo internacional de la que sólo lograría salir plenamente una vez superada la dictadura. Sin embargo, el acercamiento de Estados Unidos a España a partir de la década de los cincuenta, motivado por las necesidades estratégicas de la Guerra Fría, llevaría al régimen a reconstruir su identidad, emergiendo ahora como "centinela de Occidente" frente a la amenaza soviética. Pero la legitimación que supuso el hecho de que los Estados Unidos se convirtieran en valedores de España en foros internacionales no encontró paralelos en el ámbito europeo, en el que nunca se lograría la adhesión plena a la Comunidad Económica Europea, pese a los intentos de la diplomacia franquista.

En efecto, el Franquismo había eclipsado las prometedoras posibilidades que llevaba implícito el concepto de europeización, al pretender desterrar por completo la raíz liberal del pensamiento español y al paralizar en gran medida un cierto proyecto de modernización que se vislumbraba en la España de los años treinta. No obstante, también es cierto que la actitud del régimen ante Europa experimentaría un viraje al ritmo de ese proceso de integración que arranca de la posguerra y llega a nuestros días. Los primeros pasos de la unificación fueron sin duda acogidos con una negligencia casi total, mezcla de una escasa atención a las conferencias que iniciaron el movimiento y de un cierto grado de resentimiento por haber sido relegados del mismo.

Sin embargo, este desprecio oficial reflejado en declaraciones y en la prensa del Régimen chocará de manera cada vez más clara con la preocupación creciente de las familias del franquismo por el proceso y con el interés que progresivamente irán mostrando por encontrar una fórmula que permitiese la participación de España en el mismo. La llegada al gobierno de los católicos pareció en este sentido una baza inicial, debido a los contactos de personalidades como Martín Artajo y Ruiz Giménez con la democracia cristiana europea. Ya desde la posguerra, pues, se cultivará, pese a la intención de aparecer como indiferentes, un discurso tendente a enfatizar la necesidad de Europa de contar con España como parte integrante del continente, preocupada siempre por la conservación y protección de sus tradiciones más esenciales. Los católicos fueron los responsables de la creación en 1952 de la única asociación europeísta española que habría de mantenerse fiel a los preceptos del Régimen durante toda su existencia: el Centro Europeo de Documentación e Información. El CEDI, aunque teóricamente independiente, contó en su financiación con apoyo del Ministerio de Asuntos Exteriores y tendría entre sus miembros a personajes de la elite franquista y a conocidos católicos. Aunque se mostró útil a la hora de mantener contactos con los medios europeos más conservadores, se dedicó siempre fundamentalmente al proyecto fracasado de construir una alternativa a la unificación europea en clave democrática, con idea de que el régimen político imperante en España no supusiera un obstáculo para su participación en el proyecto de integración.

Será Martín Artajo, quien recurrió frecuentemente a la CEDI como herramienta diplomática, el responsable de los primeros pasos de la orientación europea del Régimen, pero lo cierto es que esta obedecería fundamentalmente a criterios económicos, pretendiendo relegar a un segundo plano las consideraciones políticas. Lo más "político" que se haría en dirección a Europa sería utilizar las relaciones culturales como una especie de diplomacia paralela en la que se mezclaban acción cultural y propaganda del Régimen. En este ámbito se observa una actitud algo más europeísta, creándose una sección de Política Cultural Europea en la Dirección General de Relaciones Culturales. Pero aquí como en el resto de campos, España siguió marginada de los foros de la construcción europea.

En realidad, el obstáculo fundamental que se oponía al éxito de la diplomacia del Régimen en el terreno de la unificación europea no fue sino el propio Régimen. La España de Franco iniciaría un intento de acercamiento a Europa desde finales de los cincuenta que hay que entender como un proceso paralelo a la apertura económica que supuso el Plan de Estabilización e intrínsecamente ligado al hecho de que en 1957 se creaba la Comunidad Económica Europea, que para el Régimen presentaba un gran interés por motivos fundamentalmente económicos. Los tecnócratas que introdujeron a España en la economía de mercado consideraron crucial no quedarse fuera de la construcción europea, dividiéndose desde estos momentos el propio gobierno entre europeístas y escépticos. Sin embargo, este europeísmo económico encarnado en Ullastres, Navarro Rubio y Castiella no habría de obtener grandes logros; su iniciativa más importante fue la de solicitar en 1962 la apertura de negociaciones con la CEE con vistas a una asociación económica sin implicaciones de cambio político.

En última instancia, la persistencia de la actitud de europeísmo puramente económico no sólo resultaría en problemas en las relaciones con Europa, sino que motivaría disidencias entre las propias elites franquistas y entre sus bases sociales de apoyo. Así, la firma en 1970 de un tratado preferencial entre la CEE y España supuso desde la perspectiva oficialista un éxito de la diplomacia franquista, pero habría de provocar la agudización de las tensiones internas con quienes eran conscientes de que la integración plena en Europa pasaba por la introducción de cambios políticos. Al final, el fracaso del Régimen en su política europea debido a su propio carácter habría de motivar la reflexión de muchos en torno a la conveniencia o no de seguir apoyando un sistema político que se había convertido en un lastre. La oportunista e incompleta "vocación europea" del Franquismo terminaría, pues, por volverse en su contra.

sábado, 17 de mayo de 2008

Franquismo sociológico

A DISTANCIA / ALFONSO LAZO
El Mundo, viernes 16 de mayo de 2008

Basta comparar la cartelería política de la Alemania nazi con los carteles de la Rusia estalinista para darse cuenta de la profunda semejanza que existe entre los regímenes de partido único y control social. Si borramos la hoz y el martillo de los soviéticos y la esvástica de los alemanes resulta imposible distinguir la propaganda de unos y otros. El franquismo, en su primera época, también imitaba la plástica de los estados totalitarios; luego, ya no hubo necesidad: se había convertido en un sistema que contaba con el respaldo pasivo de una mayoría de españoles cuya actitud era no meterse en nada siempre que hubiera sol, turismo y Rocío. Al régimen de Franco lo desmontaron entre unos pocos, entonces se sumaron las multitudes.

En aquellos tiempos alguien me decía: "Yo no me meto en política, así que nadie me va a meter en la cárcel. Hablo con mis amigos de lo que quiero, no doy conferencias, no escribo, leo pocos libros; qué me importa la censura. Soy funcionario y tengo un sueldo aceptable, mejor no correr riesgos con cambios de partidos y alternancia." Pero otros se ahogaban por falta de libertad. En 1970, a un profesor de la Universidad de Sevilla fueron a buscarlo en las aulas dos policías; el decano, que era un franquista confeso y una excelente persona, le echó un capote; la policía se marchó y el profesor continuó con sus clases. Hoy acaba de saber que en Andalucía existen listas negras y él está en una: no van a invitarlo más a dar conferencias eruditas a cargo de cierto organismo público. Una cosa parecida comentaba hace poco en este periódico el actor Roberto Quintana a quien desde el CAT avisaron: "Te hemos querido contratar, pero no daban permiso". Ahora, exiliado en Madrid, Quintana dice: "También estuve en una lista negra".

El franquismo controlaba mucho más que la cultura; intervino la economía entera. A imitación de la Italia mussoliniana existía el INI: empresas públicas ruinosas que la democracia cerró. Recientes estadísticas han puesto de manifiesto las enormes pérdidas que sufre la red de empresas dependientes de la Junta. El Observatorio Económico de Andalucía asegura: "Tenemos unas empresas públicas que asumen funciones de la Administración General sin que por ello esta última adelgace". Tampoco adelgazan los sindicatos. Con Franco eran sindicatos verticales: oficiales, obligatorios y subvencionados; nunca le montaron una huelga al Generalísimo. A Felipe González, Comisiones Obreras y UGT le organizaron tres, y otra a José María Aznar. ¿Podemos imaginar siquiera una huelga general contra el presidente Chaves? Que en Andalucía los sindicatos verticales, ahora llamados mayoritarios, apuntalen la política de la Consejería de Educación lo dice todo sobre el control de la Junta. Nunca hubo en España régimen más intervencionista que el de Franco. Salvo el andaluz, porque una cosa es la intervención de un gobierno en defensa de los débiles y otra distinta querer controlarlo todo, desde los Colegios de Arquitectos al Consejo Audiovisual. José Solís, dicharachero ministro de Sindicatos, era muy aplaudido cuando visitaba las fábricas. Una vez ante un grupo de trabajadores aseguró que en su cuenta corriente sólo tenía 25.000 pesetas. Me recuerda algo.

Los tics del lenguaje oficial de hoy traen cosas a la memoria. Según Manuel Gracia, portavoz del PSOE en el Parlamento andaluz, "el 99% de los militantes está de acuerdo con que Chaves siga, y no digo el 100% por aquello de la mayoría a la búlgara". El 99%: qué entenderá por mayoría búlgara mi amigo Gracia. La consejera de Salud tampoco se queda corta: "Las denuncias sobre las listas de espera serían legítimas si se hiciesen para mejorar la sanidad pública, no para erosionarla". Hace 40 años el régimen lo llamaba crítica constructiva. Como repetía el Caudillo, no debemos confundir libertad y libertinaje.

sábado, 10 de mayo de 2008

La España plural y laica
o esta España mía, esta España nuestra... (lalala)

En medio de una crisis --perdón: desaceleración-- económica (*). En un momento en que el gobierno y el heroico juez Garzón han tenido a bien darse cuenta de lo que todos los demás ya sabíamos, y ANV ya no es "izquierda abertzale" sino sencillamente ETA. Cuando aquello que el general gallego llamaba "la pertinaz sequía" está lanzando a las diversas autonomías de España --perdón, del Estado Español-- unas a la yugular de otras. Con Ibarretxe aún amenazando con un referéndum ilegal y el gobierno paralizado ante las amenazas y apostando, cómo no, por eso que ellos llaman diálogo. Con la justicia gravemente atascada, el paro creciendo, los precios en aumento, y el nada menor perrito piloto de la financiación autonómica aún pendiente.

En mitad de todas las circunstancias descritas y recién iniciada una legislatura que promete ser difícil, parece ser que el gobierno ya ha decidido cuál va a ser el gran asunto de los próximos años: lo que ellos llaman avance en la laicidad del Estado.

El esquema se repite: tener entretenida a la oposición, que sin lugar a dudas entrará al trapo (en cuanto dejen de pelearse entre sí); situarse --mediáticamente hablando-- frente a lo más retrógrado de una Iglesia católica a la que ya se había amenazado con tomar represalias por "pedir el voto para el PP" (una cuestión de firmes e inapelables principios, como se ve); sacar partido del anticlericalismo emocional que en este país tanto se confunde con el laicismo y que tiene casi tantos adeptos como el sentimiento antiamericano; y aparecer como los grandes defensores de la separación entre Iglesia y Estado.

Claro que para ello habrá que obviar que Zapatero aumentó la financiación que recibe la Iglesia por parte del Estado y, lo que es más grave, que este nuevo avance laico es más que probable que no consista en retirarle privilegios a la Iglesia, sino en hacer concesiones similares a otras confesiones.

Por ejemplo, a las que --y esto ya no está feo, lo malo es lo de los obispos-- piden el voto para "partidos progresistas".

Viva pues el Progreso. O su reinterpretación progre, aunque nada tengan que ver una cosa y otra. Y si no, alguien tendrá que explicar qué definición se le ha acabado dando a la palabra progresista para que una entidad como la Junta Islámica la haga suya.

Que empiece el espectáculo. Y en cuanto a los verdaderos problemas, que inventen ellos, ¿no? Aquí, a lo nuestro, que es hacer la Revolución.

(*) - La imagen del primer enlace, vía La Buena Prensa

jueves, 8 de mayo de 2008

La lucha continúa



Iniciamos una nueva campaña. No apto para quienes carezcan de sentido del humor. Entren bajo su propia responsabilidad:

NO a Polonia



PD: Para aquellos lectores alejados del mundo estudiantil que no acaben de entender de qué va el tema, pueden aclarar sus ideas aquí o aquí o aquí o aquí.

viernes, 2 de mayo de 2008

Dos versiones de la Raza

Raza (1942), aquella película de Sáenz de Heredia producida con apoyo del Estado franquista y basada en un libro que el propio Franco había escribo bajo el seudónimo de Jaime de Andrade, es sin duda uno de los documentos históricos más interesantes y curiosos que nos ha dejado el Franquismo. En más de un sentido, es también uno de los más divertidos, aunque sólo sea por lo burdo de las técnicas propagandísticas, bastante menos refinadas que las de ahora (o que algunas de las de ahora, porque ciertos vídeos de esos que circulan por Internet no está muy claro si estarían a su altura).

Quien más y quien menos sabe de la existencia de la que fue "la peli de Franco"; lo que parece ser menos conocido es el hecho de que existieron dos versiones de la misma. En efecto, uno de los ejercicios más reveladores que se pueden realizar en el análisis de Raza --que es tanto como decir del régimen al que pretendía legitimar-- es la comparación con su segunda versión. Espíritu de una raza, estrenada en 1950, no contiene respecto a la película original grandes cambios; a primera vista, de hecho, las modificaciones son casi imperceptibles. Sin embargo, existen, y aunque sean pequeñas son altamente significativas.

Oficialmente, según las explicaciones de Sáenz de Heredia, el cambio de título se hizo a petición de los empresarios argentinos encargados de su distribución en este país en 1950; la película fue enviada a Argentina con el nombre modificado y, a su vuelta a España, se puso en marcha un reestreno en el que se hacía uso del nuevo título y se introducían una serie de mutilaciones:
Se reestrenó, efectivamente, con ese título, que no me parece adecuado, ni tampoco las mutilaciones que a la película se le hicieron. Pero claro, eran para servir..., eran otros momentos.

Efectivamente, eran otros momentos. La nueva versión, impulsada no se sabe bien por quién, corrió a cargo de NO-DO, el nuevo organismo responsable de la propaganda cinematográfica del franquismo. Las escenas que se eliminaron fueron cortadas en las salas de montaje de este organismo, mientras que los cambios en los diálogos se disimularon haciendo un doblaje íntegramente nuevo para que no se notaran las diferencias en las voces. A los actores de 1941 no se les pidió su participación en este doblaje, que fue realizado por el equipo de dobladores de la Metro Goldwyn Mayer en Barcelona. Según el testimonio del hijo de José Nieto, a los actores se les diría más tarde que Franco nunca había estado satisfecho con la versión anterior.

A partir de 1950 no se exhibiría ninguna copia de la versión primera; es posible que el negativo original, que no ha sido localizado hasta el momento, se destruyese. Sin embargo, en 1993 la Filmoteca Española localizó una copia de nitrato de Raza, procedente de un cine ambulante. Se encontraba en muy mal estado, pero fue suficiente para comprobar la importancia de los cambios entre la película original y Espíritu de una raza. Se inició entonces la búsqueda en otros países, y en 1995 se localizó en la Filmoteca de Berlín, procedente de archivos de la UFA (Universum Film AG) que habían permanecido en la antigua RDA, el negativo íntegro de Raza.

Comprender las modificaciones que se realizaron requiere atender a los cambios en la situación internacional que se habían sucedido entre el estreno de Raza en 1942 y la segunda versión de ésta en 1950. No en vano, el estreno original tuvo lugar en un momento en el que tanto Franco como sus consejeros creían segura la victoria del Eje; con el desenlace final del conflicto --e incluso antes de este-- las circunstancias cambiaron, y Franco se transmutaría entonces en el más firme aliado de Occidente contra el comunismo.

Pese al maquillaje, las democracias internacionales someterían al régimen a aislamiento en un principio, por más que quepa preguntarse hasta qué punto esa actitud se llevó hasta sus últimas consecuencias La no inclusión en Naciones Unidas, la retirada de embajadores y, más tarde, la imposibilidad de acceder al Plan Marshall, dejaban al país en una situación que exigía la puesta en marcha de una nueva escenografía. Las manifestaciones de adhesión en la plaza de Oriente ante el aislamiento diplomático, la Ley de Sucesión e, incluso, el ofrecimiento de una división de soldados que Franco hizo a los Estados Unidos para luchar en Corea se enmarcan en esta reinterpretación del régimen, para el que tan providencial resultó la Guerra Fría. Los años cincuenta se inician con un acercamiento cada vez más claro del coloso americano a la España franquista. Ya a finales de los cuarenta había habido claras señales de que las relaciones mejoraban (la visita de una misión militar estadounidense, el préstamo de veinticinco millones de dólares, y el fondeamiento de la flota de los Estados Unidos en El Ferrol); y precisamente a partir de 1950, año en que se estrena Espíritu de una raza, la ONU levanta la condena al régimen y empieza a producirse su ingreso paulatino en organismos internacionales (la FAO ese mismo año, la OMS en 1951, la UNESCO en 1952), que culminaría con la entrada como miembro de pleno derecho de Naciones Unidas en 1955.

En en este marco en el que hay que inscribir los cambios que se realizaron en la segunda versión de Raza. Una de las primeras tareas consistió, obviamente, en eliminar o mitigar sus contenidos fascistizantes, presentes sobre todo en las referencias a Falange. Según Román Gubern, el mismo cambio del título a Espíritu de una raza sirve ya para atenuar las connotaciones fascistas, al introducir un término de origen religioso. Podría ser, pero, en cualquier caso, hay cambios mucho más palpables en este sentido. Sin ir más lejos, en los títulos de crédito de Espíritu de una raza, el espectador se encuentra con que estos se han eliminado en su mayor parte. Según Ferrán Alberich, este cambio se hizo con el fin exclusivo de introducir el nuevo rótulo explicativo: hubo que acortar los títulos de crédito porque la duración de los mismos venía limitada por la duración de la música. Sin embargo, esta explicación se desmiente sola, puesto que en esta segunda versión la banda sonora ya no es la misma: han desaparecido las notas del Cara al Sol que se oían al iniciarse los títulos de crédito de la primera versión.

No es ésta la única referencia falangista que se elimina: brillan por su ausencia los saludos fascistas y los gritos de ¡Arriba España!. Asimismo, se elimina la escena en la que dos soldados cantan en la trinchera una jota dedicada a la Falange --véase el vídeo--, y los planos de archivo de aviones bombardeando Bilbao. En el desfile final, desaparecen los planos del retrato de José Antonio y de los obreros colocando la imagen de Franco en las calles de Madrid tras la entrada de los nacionales.



Lo que antes era fascista ahora es firmemente anticomunista: el general comunista que acusaba a Pedro Churruca --el antagonista de la película-- de traición ya no le recrimina el no ser un auténtico antifascista sino un auténtico comunista. Este cambio en particular es la síntesis de todos los restantes: así, el bando nacional ya no es fascista y el gran enemigo, a su vez, queda reducido al comunismo.

La insistencia anticomunista es, de hecho, muchísimo más evidente en esta nueva versión. El rótulo nuevo que se le coloca a Espíritu de una raza reza así:
La historia que vais a presenciar no es un producto de la imaginación. Es historia pura, veraz y casi universal, que puede vivir cualquier pueblo que no se resigne a perecer en las catástrofes que el comunismo provoca.
Esto sirve, en la reescritura de la Historia que acompaña al lavado de cara de régimen, para presentar la guerra civil, en el contexto de la Guerra Fría, como el primer combate contra el comunismo, haciendo aparecer al Franquismo como precursor o visionario de la lucha de la posguerra.

En esta línea, hay también algunos cambios menos perceptibles pero no menos significativos. En el juicio de José, lo que en Raza era una acción vil y antiespañola se designará con el nombre mucho más politizado de revolución española, que remite claramente al comunismo. Asimismo, en su discurso final, Pedro Churruca ya no habla de materialistas sordos u hombres huecos, sino de comunistas bárbaros y ateos.

La cosa no queda ahí, puesto que para acercarse del todo a los fines perseguidos era necesario eliminar a su vez a otros enemigos: los que ahora se quería que fueran amigos. Se echan en falta, por tanto, las alusiones a la masonería en las escenas referentes a la Guerra de Cuba. Y por supuesto, ha desaparecido el papel que desempeñaban los Estados Unidos como potencia extranjera instigadora de la pérdida colonial.

Si no la han visto, no se la pierdan. Y si pueden comparar, mejor aún.