sábado, 12 de abril de 2008

Uno: el brikindans

El debate sobre los nombres de calles que hacen referencia a personajes del franquismo es complejo, y nunca había sido intención de quien escribe entrar en él, por las múltiples aristas que presenta y por la propia incapacidad para formarse una opinión tajante al respecto. Sin embargo, un rápido buceo por las noticias del día no deja otra opción, siquiera sea por aquello de dar una apariencia de seriedad a esta entrada inspirada por una mamarrachada más de cuantas a diario protagoniza la llamada clase política de este país aún conocido como España.
En tanto en cuanto se considera que dar el nombre de alguien a una calle constituye un homenaje al personaje en cuestión, en principio el asunto parece admitir poca discusión: a cualquier demócrata le parecerá inadmisible caminar por una calle que lleve el nombre del Caudillo o de cualquiera de sus colaboradores. El problema, como siempre, es que las cosas no son necesariamente tan sencillas.
De un lado, y entra aquí la deformación profesional (preprofesional, más bien), porque los nombres de las calles son también Historia. Historia viva, si se quiere. Quitar todos los rótulos franquistas no va a borrar cuarenta años de nuestra Historia, por más que algunos parezcan empeñarse en ello. Somos lo que somos porque fuimos lo que fuimos, y a veces una se pregunta si es mejor o peor tener de ello un recordatorio. A ningún historiador --a nadie, en realidad-- debería escapársele lo mucho que nos dicen los nombres de nuestros espacios públicos sobre nuestro pasado: no sólo sobre la época en que vivieron los personajes, ideas o lugares que aparecen en los azulejos, sino también y muy especialmente sobre el momento en que se pusieron. Valgan como ejemplo aquellas avenidas bautizadas en conmemoración de los XXV años de paz tan celebrados por el Régimen--y no sólo: no olvidemos lo mucho que le gustaba esa paz a Víctor Manuel--, de las que ignoro si quedará alguna; pero también las infinitas vías de nombre más reciente, las de la Constitución o, más pintorescamente, las avenidas de la Mujer Trabajadora o las calles Asociación de Vecinos (no me lo estoy inventando). Y sin tanto tinte sociológico --pero también--, el hispalense Parque de María Luisa, que como cualquier sevillanito de a pie debería saber lleva ese nombre por algo. El caso es que cuando uno pasea por Sevilla puede preguntarse aún por qué esos jardines se llaman así, o qué importancia tuvieron en su días las asociaciones de vecinos para llegar a darle nombre a una calle (dejando aparte aquello de que el santoral y el repertorio se agotan). Pero ya no tendrá ocasión de interrogarse acerca de esa avenida que a una servidora siempre le suscitó de pequeña una enorme intriga, y que sólo años después --cuando ya no existía, o no como tal-- acertó a desentrañar: Héroes de Toledo, se llamaba. La avenida en cuestión hoy lleva el nombre de Hytasa: Hilaturas y Tejidos Andaluces, S.A. Ante esto, me concederán que las dudas que aquí presento sobre lo que ganamos con el cambio son cuanto menos legítimas.
El otro problema, como suele ocurrir, es el de los límites. O el de los criterios. Hay casos evidentes, las avenidas del Caudillo y otras semejantes. Pero poco después empieza la confusión, y empieza precisamente porque la Historia está ahí y porque no hay manera de borrarla. Porque un hombre como Adolfo Suárez era quien era antes de ser quien todos recuerdan. Porque los alcaldes de cuarenta años de dictadura obviamente no fueron democráticamente elegidos, pero tal vez pese a ello fueran buenos alcaldes, o no lo fueran malos, o qué sé yo. Porque hay ediles socialistas con un historial en Falange. O desde otra óptica, porque está muy bien condenar sin paliativos a los líderes del alzamiento, pero qué me dicen ustedes de personajes como Largo Caballero y su apología de la Guerra Civil. Un botón como muestra de lo que podría convertirse en una lista interminable y en un debate estéril y agotador. Tengo familia en la calle Carlos Marx, que a muchos podría no hacerle gracia, imagino.

En fin, lo que al menos sirve de consuelo es saber que nuestros políticos mantienen vivo el interés por analizar con rigor todas las espinosas cuestiones que suscita este asunto, y que al menos cuando se cambien los nombres se hará desechando lo que fuimos por un reflejo fiel de lo que somos: bienvenidos a la calle Chiki-Chiki.

Lo que les decía. Historia viva.

11 comentarios:

  1. Señá Irene, es usted muy poco respetable y homologable, no sé como la juventud ecologista y antiglobalizaciñon en marcha le dirige la palabra en los bares de la facultad.

    Le diré que en Madrid tenemos una calle dedicada al Payaso Fofó y una Avenida John Lennon. Ambas producto de sus respectivas muertes, fíjese si la historia hace cosas y mucho más cuando se mira quiénes eran los alcaldes. Dos, porque la del Beatle está en Getafe si no recuerdo mal.

    Pero se me deja el lío de las estatuas. En La Habana hay una estatua de John Lennon, entre otras de héroes patrios en contra de la patria de acá: Maceo y cosas así.

    El día que vaya a La Habana (si quiere, le hago una guía, y le recomiendo que vaya pronto a ver el fin del estalinismo en directo en su condición pre-profesional), comprobará que la estatua de John Lennon no tiene gafas. Espejuelos, habría de decirse más apropiadamente. Si no se han repuesto.

    La desaparición de las gafas fue uno de los radio macuto más divertidos de La Habana, una ciudad donde todo es radio macuto y, por tanto, fuente de deformación y estupor. Ocurrió a las pocas horas de ser instalada, y las risas del pueblo dignísimo que lucha para calentar la comida fueron muy notorias.

    Fidel levantó la estatua años después de la muerte del señor Lennon en un acto de propaganda. Fue grandioso: en los sesenta los prohibió. Esa es la historia: Fidel no tiene estatuas en Cuba, básicamente el país está lleno de estatuas de Martí. No podrán derribarlas como la de Sadam. Pero si John Lennon mereciera el desprecio del futuro, la postura interesante y correcta es poner una placa debajo que cuente que los prohibió y luego les hizo una estatua. Y por qué.

    Nadie ha tenido el ingenio de hacerlo con las de Franco, especialmente las que quedaban abandonadas por el paso del tiempo y no de la energía reivindicativa de los setenta y los primerísimos ochenta. Supongo que la de Santander sigue.

    Hasta la victoria, siempre.

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  2. Mi querido temba, eso de mi escasa respetabilidad siempre lo supimos. Yo también me pregunto cómo es que me dirigen la palabra, e imagino a veces que ellos mismos tampoco lo saben. Pero quién lo diría, creo que hasta tengo amigos. Cosas de la vida, sin duda, que nunca deja de sorprender.

    En el lío de las estatuas no quise entrar, al fin y al cabo todo el post era una excusa para comunicarles a todos la grata noticia de la calle Chiki Chiki. Comparto su opinión, en cualquier caso, sobre cuál sería el mejor tratamiento, ya sean estatuas de bítels o de caudillos. Lo que pasa es que eso podría ser una forma de que la gente aprendiese historia, que no está de moda (la memoria sí, en cambio, qué cosas).

    De gafas de John Lennon conocía ya algunas historias, creo que se las robaron en Liverpool y me suena que en algún otro lugar, pero no lo pongo en pie. Curiosidades fetichistas, que en Cuba son aún más curiosas. Imagino que como casi todo.

    Cuando emprenda mi viaje a La Habana (que no a Ítaca) no dudaré en pedirle esa guía de la que me habla, pero me temo que de momento el dinero manda. No sé si, en un último homenaje a la revolución, dejará de hacerlo antes de la muerte de Fidel. Estaría bien, pero abrigo pocas esperanzas.

    Arriba parias de la tierra, &c. La lucha continúa, and all you need is love.

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  3. Ándese con ojo: la canción decía "búscate un temba, que te mantenga". Cosas del Caribe. Pero cuando vaya, verá que todas quieren, esencialmente, un Yuma.

    Si precisa diccionario, se lo aclaro.

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  4. ¿Diccionario? ¿Quién necesita diccionarios existiendo San Google?

    :-P

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  5. Como no dudo de la capacidad didáctica de la Historia, creo que del asunto (y de otros similares) pueden extraerse un par de enseñanzas urbanísticas tal vez útiles para una sociedad democrática (en una autoritaria y con primitivo y ridículo culto a la personalidad del supremísimo, ya sé que es tontería):

    1) La conveniencia de identificar las calles por simples números. (Se reduce el riesgo de engorrosos cambios y se elimina el de colgar en las fachadas nombres de personas que al poco no sabemos, ni nos preocupa saber, quiénes fueron, o que acabamos sabiéndolo demasiado bien).

    2) La prudente conveniencia de no erigir estatuas a humanos contemporáneos ni que hayan vivido, pongamos, en los últimos doscientos años. En la sociedad moderna hay muchas formas más eficaces de reconocimiento que una mole de piedra o metal que, en el peor de los casos, puede terminar pesando demasiado.

    Reconozco que esto suena demasiado aséptico. Admito que la voluntad de evitar futuros disgustos impide el posible encanto de una estatua arruinada o de una calle de nombre imposible. Y luego está la más que posible vanidad… Boulevard Di Blasino, nº 460 … ¿Quién no querría vivir ahí, entre árboles?

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  6. Como demócrata, creo que negar la historia es un error, y que quitar estatuas y nombres de calles, cuando han pasado ya 30 años de Franco, también.
    Calles con nombres de generales las tenemos en todas las ciudades, y casi nunca nos paramos a pensar si lo que hicieron fue bueno o malo, pero seguramente si están ahí es porque ganaron, y como ganadores tenemos la idea de que deben ser homenajeados.
    En mi opinión, si hay barrios enteros con nombres de flores o tipos de barcos, que una calle o plaza lleven un nombre poco adecuado es una memez.
    Véase el ejemplo del hospital con nombre de aviador del bando nacional, recientemente cambiado, que nadie recordaba y que ha costado un buen pellizco al erario público.
    Menos darle vueltas a los nombres y más saber por qué están ahí.
    Muchas gracias por el post, siempre un punto de vista distinto =)

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  7. El día que salió la noticia de que le iban a poner Chiki Chiki a una calle, la estuve escuchando en un magacín de radio por la noche y llamaron al alcalde del municipio en cuestión, que lo negó todo. Por lo visto todo había sido una especie de broma que se le escapó de las manos, pero de ninguna manera le van a poner ese nombre.
    Y yo respiré aliviada, obviamente.
    Mucho más interesante fue lo del pueblo este del País Vasco, que no recuerdo el nombre (eso eso, que se note que lo mío es el Periodismo xD), en el que han cambiado el nombre a dos plazas que tenían nombre de etarras.
    Por cierto, y conectando lo del PV con Franco, cuando estuve en Bilbao, me quedé en un piso de la plaza Aita Patxi, y sabes lo que significa? Aita es papá, y Patxi vendría ser nuestro "Paco" en euskera... sí, sí, eso mismo. Qué buena forma de mantenerle ahí, a salvo de la Ley de la Memoria Histórica...

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  8. Dejen que pasen diez años del Chiki Chiki y ya veremos si no le empiezan a poner calles...

    Pero centrándonos en el tema de los nombres de las calles en Sevilla, lo malo no es que los iluminados de este comienzo del siglo XXI decidan que hay que borrar del mapa cualquier recuerdo del abominable régimen anterior. A todos esos a los que se les llena la boca hablando de memoria histórica, me gustaría preguntarles si saben quienes fueron, pongamos por caso, Pagés del Corro. O Argote de Molina. O Pelay Correa. O por qué la calle Méndez Núñez se llama así, quién fue. ¿Y quienes fueron Mateos Gago, García de Vinuesa o Federico Sánchez Bedoya, por ejemplo? O Pastor y Landero, o Cano y Cueto... Seguramente, no sabrían casi nada de estas personas. Pero no les importa, no lo necesitan. Parcelar la historia para analizarla y conocerla, digamos que forma parte del método científico. Parcelarla para utilizarla en favor de una causa política, es sectario.

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  9. Irene:

    Creo que hay tres criterios bastante obejtivos que se pueden seguir con los nombres de las calles:
    * Si la persona u organismo llevó a cabo importantes actividades ilegales para la época.
    * Que ya en la época eran condenables, es decir no eran "normales".
    * Y están en contra de nuestra moralidad actual.

    Entonces toca cambiar el nombre de la calle o quitar el monumento.

    Si se da cuenta, eso permite mantener los nombres de alcaldes franquistas, conquistadores sangrientos en la Edad Media, rebeldes heroicos, etc... mientras permite quitar las de gente como Franco y sus compinches, terroristas de Estado, etc.

    El motivo es, evidentemente, no honrar actividades que ni tienen una justificación moral "histórica", ni sirven de ejemplo en la actualidad.

    Por supuesto, el hecho de haber nombrado una calle asi es un hecho histórico con significado histórico. Y el hecho de quitar ese nombre, también. Ninguno de los dos hechos me parece que tenga un valor intrínseco como para querer grabarlo en cemento, basta con que esté en los archivos.

    Finalmente, si las autoridades democráticas de un asentamiento quieren llamar a una calle, calle del Chiki Chiki o del Moco Flojo, ya es cosa de ellos y sus electores.

    Un saludo.

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  10. Hay un gravísimo problema con esos tres criterios "bastante objetivos" de los que habla:


    1.- El primero es tal vez el que podría resultar más objetivo. Pero habrá usted de darse cuenta de que, dejando a un lado la cuestión de la legitimidad (legitimidad y legalidad no siempre van unidas), es escasamente legal que unas elecciones municipales den lugar a un cambio de régimen. Supongo que habría que condenar a todos los integrantes del gobierno provisional de 1931, como mínimo.

    En palabras de un profesor mío: "La Historia de la humanidad es una sucesión de ilegalidades. Todos nacemos ilegales: es el tiempo el que nos va legitimando (o no)."

    La Revolución Francesa, por cierto, también era una flagrante ilegalidad.


    2.- ¿Quién va a definir el concepto de "normal", máxime de "normal para tal época"? ¿Usted? ¿Yo?


    3.- ¿"Nuestra" moralidad actual?


    Soy bastante poco relativista. De hecho, soy bastante antirrelativista. Pero de ahí a considerar que esos criterios se acercan a ser algo "objetivo" media un trecho difícil de recorrer.


    Ah, y por cierto: todo nuestro ordenamiento jurídico es ilegal. Hay una ilegitimidad de origen bastante clara en la Transición, con ese rey que Franco nombró su sucesor, y ese primer presidente del gobierno democrático que a su vez fue nombrado por el rey. El resto podría tomarse como un mero proceso plebiscitario, pero eso no quita que todo se hiciera "legalmente" entonces (según la legalidad franquista, que a su vez era completamente ilegal), siendo por tanto claramente ilegal en términos reales...


    Y pregunto yo: ¿y?


    Ahm: las autoridades democráticas pueden hacer lo que les parezca. Y yo puedo lamentar que vivir en un país con autoridades así, y con gente que las elige.

    Digo yo.

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