sábado, 27 de octubre de 2007

Lo malo del buenismo

Qué fácil es, desde el antiamericanismo vulgar que no va más allá de unos cuantos tópicos consabidos, acusar a la sociedad estadounidense de racista. O qué fácil era, más bien, porque resulta ahora que el problema lo tenemos en casa y esas críticas furibundas tendríamos que dirigírnoslas a nosotros mismos.
Qué fácil es, por otra parte, acusar únicamente a determinadas capas de la sociedad de tener prejuicios y de discriminar. La derecha, se dice. Los pijos. Los fachas. Como si tuviéramos que seguir creyéndonos el mito de la clase obrera, buena y pura y santa por naturaleza. El proletariado equiparable al buen salvaje de Rousseau, y el capitalista, el empresario, el explotador, lleno de odio y de desprecio hacia todos los que no están a su altura, los que no son blancos, heterosexuales y de clase media. Pero luego resulta que uno mira a su alrededor y ve al niñato que va camino de convertirse en fenómeno mediático y puede ser cualquier cosa, pero desde luego no es un hijo de papá. También cabría preguntarse por el perfil social del neonazi. ¿Barrio de Salamanca? No lo sé, la verdad. Supongo que también ahí habrá de todo.
Pero luego vienen las disculpas y entonces es cuando se traspasan líneas que no deberían cruzarse jamás. La psicopedagogía y la necesidad de comprender a todo el mundo, la absurda teoría de que el hombre es bueno por naturaleza y es la sociedad quien lo vuelve malo, y al final resulta que pobrecito el muchacho, que tuvo una infancia muy dura. Si está en sus cabales, sintiéndolo mucho, creo que uno es responsable de sus actos, sobre todo a partir de ciertas edades, y por muchas hostias que le haya dado la vida. Hay multitud de gente a la que la vida ha maltratado y que no va por ahí propinando palizas a nadie. También hay personas que lo han tenido todo y que quizá se aburrieron, y por ello mismo arremeten contra el prójimo. No me valen esas excusas. Por otra parte, si lo que pasa es que está loco, que alguien me explique por qué hemos dejado que la corrección política nos deje sin manicomios: que les pregunten a los familiares de esquizofrénicos qué piensan de esa maravillosa medida. Lo peor es que tendremos que creernos que eso es Progreso.
También cabría preguntarse otras cosas, saliendo de la anecdótico para tratar el tema más ampliamente. Pretender que en el seno de una sociedad no surjan problemas ante la llegada de una comunidad inmigrante es una utopía. No dudo que esté feo decir esto, porque decididamente no debería ser así. Pero siempre hubo grandes diferencias entre lo que debería ser y lo que es, y no comprender esto ha sido quizá uno de los grandes fallos de cierta izquierda. Sólo desde la comprensión y aprehensión de la realidad se puede actuar para mejorarla; desde el qué-bonito-es-todo normalmente sólo se acaban provocando catástrofes. Voy a lo que voy: si tenemos los problemas que tenemos con la comunidad inmigrante, si los ghettos no hacen sino multiplicarse y es obvio que el odio encuentra buenos fermentos en situaciones así, ¿no sería más sensato preguntarse cómo atajar el problema antes de que vaya a más? No tengo soluciones mágicas (ni creo que existan), pero hay cosas que obviamente no lo son.
Para empezar: el multiculturalismo como sustituto de la asimilación es una mala idea, y fomentar la diferencia en su sentido más extremo es un absurdo. No hablo del té moruno, claro está; hablo del burka o, sin ir tan lejos, de los horarios separados por sexos en las piscinas públicas.
En segundo lugar, la regularización masiva de inmigrantes me parece bastante insensata por varios motivos. Es evidente (más allá de que nos gusten más o menos los ataques de la oposición en este sentido) que produce un efecto llamada, y parece poco conveniente andar fomentando la llegada de nuevos inmigrantes cuando es obvio que tenemos graves problemas de integración de los que ya hay. Por otra parte, un Estado no puede permitirse legalizar a posteriori una situación ilegal que se ha venido tolerando indebidamente, igual que las leyes que castigan determinadas acciones no pueden aplicarse retroactivamente. Lo segundo protege al ciudadano; lo primero es una obviedad en tanto en cuanto el Estado tiene que mantener con firmeza sus propios principios; de lo contrario, ¿en qué queda el Estado de Derecho?
Como me dijo alguien el otro día, el buenismo es enemigo de las buenas soluciones. Lo firmo cuando haga falta.

5 comentarios:

  1. Quisiera hacer unos matices: soy decididamente proamericano, incluso con Bush. Pero es cierto que en EEUU hay mucho racismo. La falacia es pensar que "los estados unidos lo son per se" y que "todos los estadounidenses lo son". Pero como los europeos pensamos que son tontos y gozamos con los vídeos hechos en la calle a ignorantes al tiempo que no se hace ninguno con las respuestas de los concursantes de televisión a cuestiones similares en la vieja España, nunca caemos en que para ese españolito decimos qué inculto y no los españoles son incultos. Que hay muchos, por cierto.

    Lo mismo me sucede con el tema los desgraciados sociales que cometen crímenes y faltas y la ingenuidad de creer que la sociedad es culpable. Sabemos, o queremos saber, que el componente culpable del entorno no es o no sirve de disculpa. Pero en momentos como este, los del ejemplar muchacho que pega patadas a chicas en el metro, tampoco se debe olvidar que la misión de la condena y de la ley es, finalmente y además de reprimir la idea del delito, la reparación de los daños y la rehabilitación de las conductas. Es decir, que no es el linchamiento, que es lo que le gusta a la masa enardecida, a esa que tiene la potestad de votar, en momentos como este: debe ser responsable y no sirven las excusas, pero tenemos que saber cómo se aplica la asunción de responsabilidad para los verdaderos fines que se supone que queremos. No por buenos, sino por racionales y mejores en los resultados. Es decir, que eso de "todos a la cárcel" y "el cumplimiento íntegro de condenas" no siempre es la mejor solución, ni siquiera puede que sea la única solución o la solución.

    Eso por no hablar de que, treinta años de democracia mediante, y una educación para la ciudadanía en perspectiva, el español de a pie no es educado en lo que de verdad es la ciudadanía: cuando puede el gobierno o no detenerte, sobre qué base legal o qué acusación y bajo qué condiciones puede privarte de libertad. Si de algo tendría que valer el sistema educativo público o tutelado por lo público es precisamente para esto: para no tener que explicar que las condenas no son por capricho o por lo que uno cree que se merezca un delincuente, sino por lo que está acordado que es igual para todos.

    En fin, disculpe la perorata.

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  2. Nada que disculpar; antes al contrario, para eso estamos. Sin peroratas no sería divertido.

    Por lo demás, conozco bastante bien, por haber vivido en su seno, la sociedad estadounidense. Suponiendo que pueda conocerse una sociedad--cualquiera, y más aún una tan difícilmente definible o encasillable como ésa. No pretendía, en absoluto, negar que en su conjunto (saltándome por un momento el recelo que me provocan las generalizaciones) sea una sociedad profundamente racista. Lo que me molesta es, como bien apunta usted, que seamos tan raudos a la hora de criticar el racismo estadounidense, y tan poco prestos a verlo cuando lo tenemos en casa, en igual o mayor medida que allí. Cierto es que antes, cuando había menos inmigrantes, había menos ocasión para que se manifestase el racismo ibérico (aunque tal vez siempre haya sido obvio en la apreciación que se tiene de la comunidad gitana--sin embargo, ese tema requiría un análisis más profundo, porque creo que implica factores no sólo raciales, sino también culturales). En definitiva, a lo que iba: en Estados Unidos hay, efectivamente, mucho racismo. Pero tal vez no haya menos del que hay en España, y eso es algo que no suele decirse.

    Por lo demás, estoy de acuerdo con usted en la aversión a los linchamientos. Incluso los metafóricos. Otra cosa es que hierva la sangre cuando se disculpan cosas que no tienen disculpa (y ya he oído tímidos intentos de hacerlo en este caso concreto). Y, dicho sea de paso, no debería escapársenos que este caso nos importa, que estamos escribiendo sobre él, porque está grabado. El ser humano es así, claro: siempre escuece más lo que se ve que lo que solamente se intuye.

    Respecto a su último punto, precisamente el otro día comentaba con un amigo que la Educación para la Ciudadanía, asignatura de la cual aún no tengo demasiado claro ni qué pensar, posiblemente sería una gran idea si una buena parte --quizá la mayor parte-- del temario estuviese dedicada al estudio de las instituciones y el funcionamiento del Estado. Eso sí son "valores" comunes; lo que no puede ser es que el ciudadano medio no sepa cómo funciona el sistema electoral, sin ir más lejos. O qué es aquello del Senado. O cuáles son los atributos de la ley.

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  3. Utilizo el usted como un recurso satírico/autoburlante (me acabo de inventar el palabro). Usémoslo en la medida justa: Citoyen, al que seguro has leído, detesta que le hablen de usted... Divertido porque es medio francés y allí todo el mundo se llama de usted si no tiene intimidad suficiente, que es casi siempre.

    Es interesante, por tu último párrafo, darnos cuenta de que en Estados Unidos todos los ninios tienen una asignatura que se suele dar en llamar "gobierno de los EEUU" y "gobierno de california" que sirve exactamente para esto, para saber a quien pedir las cuentas.

    Aquí, en nuestro sentido quijotesco y honorable (por aquello del honor, fuenteovejuna y del rey para abajo y todas esas cosas) nos entretenemos en los molinos para convencer a los demás de que hay que ser feminista y que la familia no tradicional es buenísima. Cosas que no son más que opciones, que es como debieran presentarse, incluído a los católicos, a los que les suele costar que las opciones de los demás sean eso, opciones, y no amenazas a su existencia.

    Pero decía que nos entretenemos en molinos para que los estudiantes hagan lo que han hecho siempre: detectar la maría, exigir moralmente y verbalmente que nadie les suspenda por una asignatura - como la religión o el dibujo - que sólo puedan valorarse por la opinión y no por otros criterios, y pasar olímpicamente del problema, pues donde se la juegan de verdad es en matemáticas, que eso si lleva a repetir curso.

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  4. Otra notita personal (de mí): creo que cada vez se emplea peor la palabra racismo. Racismo consiste en discriminar y segregar por causa de raza, no económicas y culturales. En otras palabras, presupone superioridad genética y desprecio.

    El español puede ser racista como todo el mundo, pero el sentido de la discriminación aquí no suele entrañar color o raza, sino causas de otro tipo, más socioculturales: el moro es moro y despreciado si está sucio, o si es pobre y analfabeto... pero el padre tiene menos problemas en que su hija se case con él si cumple como un hombrecito y es gente de orden.

    Esto, por supuesto, es una generalización y una interpretación personal... creo que el racismo tal y como lo entendemos tiene que ver con la manera en que la culturas protestantes han separado las razas: son los boers y los norteamericanos los que crean sociedades divididas, espacios para blancos y espacios para morenos. Y creo que tiene que ver con la tendencia a la racionalidad, a la medición, a poner rayas y al individualismo (not in my backyard): en algún sitio, suelen decirse, empieza mi mundo y termina el suyo. Ellos aquí, nosotros aquí.

    Alternativamente, el racismo caribeño y latinoamericano es más sutil pero durísimo: la clase alta no desea mezcla y el mestizo no hace más que preguntarse cuánto tiene de blanco. Y suelen ser católicos. Lo interesante es que no construyen ghettos, pero saben dónde deben ubicarse todos.

    Esas cosas no ocurren en España. Nadie dice que no podrían ocurrir, probablemente no se han dado las condiciones.

    Por eso cuando veo que hay gente, especialmente emigrantes, que hablan de racismo en España, me tengo que partir de la risa: jamás veríamos cómo en sus países protestan por una verdadera discriminación racial. Aquí existe una discriminación más genérica, aunque la sea, pero no se basa en atributos raciales, sino más bien en socioeconómicos y geográficos, más prejuicio que segregación.

    Diferenciar prejuicio, discriminación y segregación me parece importante, y creo que el racismo obliga a incluir a los tres.

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  5. No me acuerdo de si fue alguien conocido o no quien (me) dijo que en España somos más clasistas que racistas. Aunque es difícil ser racista en una sociedad que apenas ha tenido mezclas, es decir, que ha sido sustancialmente homogénea y blanca-chaparra :).

    Por otro lado, pobre Rousseau. Rousseau, cuando habló de la inocencia de los individuos naturales o primitivos, sólo lo hizo para destacar la libertad natural de los individuos frente a todos los tipos de opresión social y política y para refundar la república (con la noción de voluntad general). En ningún caso supongo que justificaría Rousseau los atropellos de la libertad y de la responsabilidad a que conduce el buenrollismo de nuestras sociedades, en ese eterno mirarse el ombligo sucio que nos disculpa a todos de cualquier cosa.

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Por favor, sean respetuosos. No griten, chillen, insulten ni tiren de los pelos. Recuerden que el español es más bonito que el lenguaje SMS. No confundan conceptos con premeditación y alevosía. El argumento ad hominem es para quienes no tienen argumentos.

[Nota: Si hace más de un mes de la publicación de esta entrada, tendré que revisar su comentario antes de que apareza publicado. Cosas del spam, qué se le va a hacer.]