lunes, 10 de septiembre de 2007

Tolerancia, diálogo y buenrollismo

Hay palabras, y no son pocas, que a fuerza de pronunciarse adquieren una resonancia casi mítica. En sí mismo esto no sería problemático si no fuera porque las palabras, como se ha observado reiteradamente, casi nunca son inocentes. Cualquier palabra esconde un concepto, independientemente de que los contornos del mismo sean más o menos nítidos. En ocasiones la nitidez es prácticamente inexistente y los significados varían en función de quién use el significante, pero en cualquier caso, y frente a lo que se suele decir, ninguna palabra es hueca. Aunque puedan estarlo, sin duda, quienes las usan.
De ahí que montar palabras en pedestales suponga tallar conceptos en piedra, sobredimensionarlos y colocarlos a una altura tal que el individuo tenga que desviar la mirada hacia arriba para poder admirarlos. El problema es que ninguna estatua se derriba con ideas; y que lanzar argumentos racionales contra un concepto sagrado es, al fin y al cabo, sacrilegio.
Lo que resulta extraño es que esta sacralidad no es la de los símbolos religiosos, la de los nombres de dioses y reyes que no han de tomarse en vano; antes al contrario, esta sacralidad es laica, y se quiere del pueblo, de los pueblos. Son los Santos Conceptos de una izquierda que desde hace tiempo no sabe bien hacia dónde camina. Tampoco han sido demasiados los esfuerzos serios por despejar la senda de matorrales, y los que ha habido han quedado olvidados o silenciados en virtud de la solución, mucho más fácil, de adornar un bosque ya casi intransitable con carteles de neón desde los que nos guían y deslumbran palabras bonitas y en los que brillan, por su ausencia, las ideas claras y firmes. Lo que queda son los fuegos artificiales del pensamiento débil.
Afortunadamente aún queda esperanza, y sigue habiendo personas --más quizá de lo que en momentos de exasperación llega una a creer-- que no han sido del todo hipnotizadas por el buenrollismo imperante. No es menos cierto, sin embargo, que en determinados círculos autodenominados progresistas, en ciertos ambientes de izquierdas y en los escenarios más visibles de la llamada vida política española, posicionarse en contra de alguno de aquellos conceptos-monumento se ha convertido en prueba irrebatible de fascismo.
La Tolerancia y el Diálogo son dos de los mejores ejemplos de esta tendencia a la mitificación y a la mistificación (que sin ser lo mismo van de la mano; tal vez los caminos de la etimología sean inescrutables pero sabios y ocurra aquí igual que con cansado y casado). Sin duda, la tolerancia suena bien; el diálogo incluso mejor. Como en todo, la valoración de una palabra y de las ideas que lleva detrás puede variar, en función tanto del campo a que pretendan aplicarse como del grado de fanaticismo que se les asocie. Sin duda, tolerar a quienes no piensan ni viven como uno es un punto de partida necesario para cualquier sociedad que se diga democrática. Igual ocurre con el diálogo, instrumento en ocasiones incluso válido para pasar de la mera tolerancia a la auténtica comprensión, aun desde el desacuerdo.
Quizá el problema sea una cuestión de distancias, que aunque se dice que dan lucidez también tienden a difuminar los contornos de la realidad. Así, sorprende que haya una progresía y una intelectualidad afín más dispuestas a tolerar y a dialogar con civilaciones lejanas que con el vecino. Que la herencia de la Ilustración, que es al fin y al cabo la que nos permite hablar de cosas como tolerar y dialogar, debatir ideas y sacar conclusiones, derribar mitos, esté siendo pisoteada por quienes --a juzgar por los valores que dicen defender-- más deberían respetarla. Los ilustrados, con cuya aportación a la cultura occidental ya quisieron dar al traste todas las corrientes irracionales de siglos posteriores (incluidas las que dieron lugar a las ideologías en las que se sustentarían los peores totalitarismos), bien sabían que, si contrastar ideas es justo y necesario, es precisamente porque algunas valen y otras no y porque el fin mismo del debate no es otro que el de desterrar unas propuestas y aceptar otras.
La tolerancia es, si acaso, tolerancia hacia las personas, pero nunca hacia cualquier idea que se les pueda ocurrir defender. No por nada, sino porque las ideas suelen tener el pequeño defecto de querer aplicarse a la realidad, y de sobra conocidas son algunas aplicaciones recientes o lejanas. El diálogo, por otra parte, no es un diálogo de sordos, porque en ese caso se trata tan sólo de un espectáculo bochornoso del que no puede salir nada de provecho. Si se dialoga es para convencer al otro, estando al tiempo abiertos a la idea de poder ser convencidos también nosotros. Quien no habla de dialogar más que por oír el sonido de su propia voz no merece ser escuchado.
El problema es que tanto la tolerancia como el diálogo exigen un punto de partida común, un acuerdo de mínimos que ineludiblemente tienen que compartir ambas partes antes de sentarse a hablar. Si yo digo que el coche es rojo y tú que no hay coche, es obvio que no podremos debatir sobre la cilindrada del motor.
Los mínimos, por supuesto, no consisten en ver o no ver coches y colores. Los mínimos los fija cualquier sociedad que se constituye como tal; no en todas son los mismos. Pero me atrevería a afirmar que entre los mínimos (al menos en la teoría, que incluso los escépticos saben que es al menos un comienzo) que comparte Occidente se encuentran el Estado de Derecho, el respeto a la vida, la libertad individual que termina donde empieza la del otro, la necesidad de discutir con argumentos en lugar de con amenazas, el convencimiento de que desde la racionalidad todo puede cuestionarse. Sólo a partir de ahí cabe empezar a hablar de tolerancia y de diálogo. ¿Se puede, entonces, tolerar a quien no tolera? ¿Es factible dialogar con quien no acepta ser rebatido?

7 comentarios:

  1. Ajam, estamos hablando entonces del "juego de la democracia", ese concepto tan usado últimamente y que tan mal (me) suena, supongo que porque me sugiere unos escenarios infantiles y unos berrinches cuando no se consiguen los caprichos que no es demasiado asociar a algo tan serio como la democracia. O quizá es que no es tan serio como pensábamos. Pero lo que es realmente triste es que las personas a las que se vota, las colocadas ahí para propiciar ese diálogo y aplicar esas reglas del juego, estén empeñadas en señalarse continuamente como culpables a lo "mamaaaa, ha sido éeeeel". Es realmente patético, pero desde luego somos nosotros los únicos que, dándonos cuenta primero, y rechazando ese juego, después, podemos intentar aplicar otras reglas distintas, más maduras, más justas y sobre, todo más útiles.

    Pd: Me encanta la advertencia inicial de los comments... Muy tú.
    PD2: Muy tú en general el blog, ya era hora de que plasmaras todas tus ideas a este y otros respectos. Te seguiré con interés, ya lo sabes ;-)

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  2. Reader -response theory

    Sin duda, una de las cosas más curiosas de la cosa ésta que es tener un blog es que nunca sabes por dónde te va a venir un comentario, desde qué ángulo van a leerte, qué lecturas e interpretaciones tiene lo que has escrito sin que tú lo supieras. No estaba pensando exactamente en eso cuando escribí el post (aunque, huelga decirlo, está relacionado).

    Pero en cualquier caso... ¿Es lo mismo el "juego democrático" que el "juego de la democracia"? Se tiende a usar la expresión (he oído la primera más que la segunda; de hecho me suena menos mal) para hablar de unas "reglas del juego", cosa absolutamente necesaria. Lo que habría que preguntarse es qué connotaciones tiene. Los juegos son triviales y, en última instancia, irrelevantes. No importan.

    Quizá en el fondo lo que quieran hacernos creer sea eso; cuanto menos nos importe la política, más felices ellos. Lo que pasa es que me resisto a creer en teorías conspiratorias, la verdad. Vengan de donde vengan.

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  3. Hey!

    Voy a intentar no enrollarme mucho, para lo cual simplemente responderé a tus preguntas: no, y no.

    Cuando los biólogos intentan comunicarse con los gorilas (estilo Dian Fossey) no lo hacen componiendo complicadas subordinadas con verbos compuestos: se sientan a su lado y se rascan el sobaco o se revuelcan por la hierba. Y cuando al día siguiente van a una reunión con sus colegas dejan de rascarse el sobaco y revolcarse para hablar con la jerga de su profesión. O sea, que hay que entenderse con cada individuo en su registro.

    Y eso me lleva a esa frase popular que dice aquello de "en una mano el pan y en otra el palo". En cada momento y a cada individuo le corresponderá uno u otro.

    Hasta otra!

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  4. ¡Guau! He dado con tu otro yo y me encanta. ¿Me das permiso para colgar el blog en las referencias del mío?

    No estoy muy brillante, pero también es que no puedo añadirle nada más brillante a tu entrada (¡mierda! jaja). Tolerar que algunas personas tengan ideas contrarias o distintas a las tuyas es necesario en una democracia. Tolerar que otras personas defiendan ideas no ya absurdas e irracionales, sino que niegan el valor mismo de la tolerancia o lo pisotean con sus actos (esto es lo importante, en realidad) no tiene nada que ver con la idea ilustrada de la tolerancia, como tú bien dices.

    Se tiende a confundir cómodamente la tolerancia, además, con el respeto. Esto es porque se ha distorsionado el sentido general de la tolerancia ilustrada y a los pobres ilustrados en general, como si hubiesen sido todos una panda de bobalicones optimistas que creían en el progreso (mientras se dedicaban a oprimir a los pobres en casa y en el extranjero, ¡cabrones!). Pero los ilustrados solían ser bastante pesimistas con estas cosas: que tolere la existencia del vecino no tiene nada que ver con que respete sus ideas. Ahora lo que pretendemos es respetar las ideas del vecino, mientras toleramos que otro le mate.

    Ya decía Mill que, en el fondo, es gracias al vecino cómo nos empeñamos en demostrar la verdad de lo que decimos; motivo por el que no conviene matarle, ni dejar que otro le mate (y que obviamente impide que él esté en la disposición legal de matarnos a nosotros).

    No me enrollo más. Un saludo fuerte.

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  5. Ésta es mi niña! Si ya sabía yo que tanto petit suisse, tanto mimo y tanta banana americaba darían sus frutos tarde o temprano.
    Y este comentario es sólo para ponerte colorada.
    Un vaso roto.

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  6. Gracias por enlazarnos, correspondemos. Enhorabuena por su bitácora. Estaremos en contacto.

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  7. En general, estoy de acuerdo con el "espíritu" de este aporte, pero tengo problemas con la letra:

    1.

    A toda persona hay que tolerarla, otra cosa es tolerar sus comportamientos.

    Se PUEDEN tolerar comportamientos no tolerantes. Eso sí, no hay ninguna OBLIGACIÓN de hacerlo.

    Será o no adecuado dependiendo de qué comportamiento sea. Sobre todo, de hasta qué punto ponga ese comportamiento en peligro el "marco básico" al que usted llama los "mínimos".

    2.

    Se puede dialogar con quien no acepta ser rebatido. El diálogo no es lo mismo que el debate, un diálogo puede consistir simplemente en explicarse mutuamente las visiones del mundo, sin pretender convencer al otro.

    Incluso se puede debatir con quien no acepta ser rebatido. Simplemente, no se tienen posibilidades de corregir sus tesis, pero eso no significa que en el entretanto esa persona no aprenda cosas (que no son contrarias a ninguna tesis que haya expresado ya).

    Y además, esa persona podría tener razón y rebatirnos a nosotros. Con lo que habríamos aprendido algo.

    Ahora bien: No tenemos OBLIGACION alguna de intentar convencer a alguien que muestra su incapacidad de aceptar un error. Asi como normalmente sí la podríamos tener (por ejemplo, explicar una decisión antes de imponerla), esa obligación puede ser cancelada si la otra persona ha mostrado ya su incapacidad para aceptar errores.

    Un saludo.

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Por favor, sean respetuosos. No griten, chillen, insulten ni tiren de los pelos. Recuerden que el español es más bonito que el lenguaje SMS. No confundan conceptos con premeditación y alevosía. El argumento ad hominem es para quienes no tienen argumentos.

[Nota: Si hace más de un mes de la publicación de esta entrada, tendré que revisar su comentario antes de que apareza publicado. Cosas del spam, qué se le va a hacer.]