domingo, 18 de noviembre de 2007

De política, ensoñaciones y elegancia

El libro es de 1970. A quien analiza Revel en estos párrafos es a la izquierda francesa. La traducción es mía (y por tanto mala) y apresurada (y por tanto peor). Pese a todo ello, cuarenta años después y unos paralelos más al sur, lo que dice sigue dando bastante que pensar.
Resulta sorprendente que la mayoría de los comentaristas de izquierdas no parezcan hacer distinción entre las soluciones que tienen alguna posibilidad de materializarse y aquellas que no tienen ninguna [...] Todo ciudadano [es] sin duda libre de lamentarse de que las posibilidades politicas se [limiten a una determinada] elección [entre dos opciones], pero no de imaginar que pueda haber otra en ese preciso instante [...] En cuanto a la abstención, no puede de ninguna manera pasar por neutralidad, porque en materia electoral es patente que la abstención no es nunca neutra y que beneficia siempre a un candidato u otro [...] La política consiste en reaccionar ante una situación real y no en establecer paralelismos, en plano de igualdad, entre las soluciones realizables y los deseos irrealizables. Si nos dan a elegir entre pasta y patatas, puntualizando que no hay nada más en la carta, no es cuestión de decir que preferimos el caviar. La disyuntiva planteada es entre pasta y patatas, y no otra. Se puede soñar con coyunturas en las que los alimentos ofrecidos fueran más agradables, pero ese sueño no equivale a una acción que se corresponda con la realidad dada. Actuar es decidirse en función de la realidad y no en función de posibilidades que se hallan fuera de la misma. Sin duda esta realidad es a veces mediocre, pero en el momento dado es precisamente a esta mediocridad a la que hay que saber hacer frente. Uno puede proponerse propiciar para el futuro una alternativa distinta, es decir, esforzarse en transformar la alternativa que uno preferiría en una posibilidad concreta de elección. Pero lo que puede valer como proyecto de acción para el futuro no exime de una elección efectiva ante la realidad presente. Si uno se sitúa en ese sistema de apreciación, en el que existen dos hipótesis que pueden --ambas-- ser verificadas, y si deja de una vez de compararlas con otras hipótesis que no tienen de manera inmediata esa posibilidad, se ve constreñido a evaluar las ventajas e inconvenientes respectivos de las diversas soluciones concretas en el contexto de los hechos. Porque en política no es decisión alguna el decidirse en función o en favor de aquello que no presenta ninguna posibilidad de suceder. En otras palabras: una solución política realizable ofrece siempre inconvenientes. Si se la descarta bajo este pretexto, no nos quedaremos nunca con solución alguna.
Cuando se examinan los diversos móviles que dictan las preferencias de la izquierda francesa, se percibe que muchos en su seno se deciden menos en función de lo que puede hacerse que en función de lo que resulta de buen tono pensar. Dicho de otra forma: la izquierda no se decide en términos de poder, sino más bien en términos de elegancia programática. La cualidad esencial de un objetivo no es para ella el de ser accesible, sino el de ser digno de estima y el de ser tal que aquel que desea alcanzar dicho objetivo merezca ser estimado. Quien hubiese propuesto la abolición de la esclavitud en el año 200 antes de Cristo habría sido sin duda alguien digno de estima, pero no habría sido un político. Ciertamente, hacía falta gente que condenase en el plano moral la esclavitud, aunque no tuviese en aquel momento ninguna posibilidad de ser abolida, para que pudiese llegar a serlo algún día en un futuro lejano. Pero si esa misma gente, en una consulta electoral o en cualquier otra coyuntura política decisiva, se hubiera negado a elegir entre un déspota o un demócrata pretextando que tanto el uno como el otro serían representantes de una sociedad esclavista, seguramente habrían contribuido más a retrasar que a acercar la eventual liberación final de los esclavos. La política no puede ser el arte del futuro si no sabe ser antes el del presente.
Siguen despertando desdén y recelos entre los bienpensantes el pragmatismo y la conciencia de los límites que impone la realidad. No pocos consideran que son patrimonio exclusivo de la gente de derechas. Creo --no soy la única-- que cabría reivindicar todo lo contrario: si un método no maximalista es más susceptible de obtener resultados, aunque sean parciales, que la aspiración a volver el mundo cabeza abajo de un día para otro (que ya sabemos en la mayoría de los casos dónde suele quedar), ¿cuál de las dos actitudes es realmente más progresista? Decía alguien en la radio el otro día que la política no consiste en tener excelentes ideas, sino en hacer que las buenas ideas den resultados aceptables.
Quizá a esto se refería Zapatero cuando dijo que el poder no le cambiaría. Creo que lo dijo en serio, y mucho me temo que no mintió. El poder puede corromper y pudrir hasta los huesos, pero también tiene --o debería tener-- otro efecto: el de sentar al soñador frente al mundo real, cara a cara, y obligarle a aceptar los límites --de la realidad-- y las limitaciones --propias-- a la hora de cambiarla. Creo que a nuestro presidente el poder no lo ha corrompido, pero me temo que tampoco le ha enseñado nada. Sigue instalado en la pureza. Creyendo que todo se puede decir con una sonrisa, y que basta con tener como objetivo la Arcadia feliz para encaminar al país hacia la misma.
No es sólo que las buenas intenciones estén sobrevaloradas. Es que además a los resultados tranquilos y a los avances paulatinos les ocurre lo contrario. Aun así, prefiero quedarme --en palabras prestadas-- con la modestia de la esperanza frente a la grandilocuencia de la utopía.

jueves, 15 de noviembre de 2007

El fascista de Aznar

Las dificultades de definición del fascismo derivan, entre otras cosas, de su propia falta de coherencia interna: el fascismo no es una ideología monolítica y comprehensiva a la manera del marxismo, ni ofrece como hace éste una interpretación completa y concordante (más con sus propios postulados que con la realidad histórica en el caso de Marx, pero ésa es otra cuestión) del mundo, de la Historia y del progreso. Tampoco tiene un programa del todo definido, o al menos resulta difícil extraer los rasgos comunes de los diversos fenómenos que han sido calificados de fascistas; aquí, por cierto, cabe un criterio restrictivo o uno más lato, pero desde luego lo que no cabe es andar calificando de fascista a toda la derecha habida y por haber. Por otra parte, estamos ante ideologías cuyo principio fundamental es la negación: el fascismo es ante todo anti. Anticapitalista, antiliberal, anticomunista. También es ante todo praxis, y está poco respaldado por un corpus teórico previo y propio (esto no quiere decir que no tuviera ideólogos, pero creo que no llegó nunca a elaboraciones con una argumentación filosófica comparable siquiera a la del marxismo --no siendo en absoluto equivalentes, por cierto, complejidad filosófica y bondad intrínseca--).
Dicho esto, es comprensible que los intentos que se han hecho de definir el fascismo correspondan más bien a "listados" de características que se le pueden atribuir. Entre los trabajos más importantes realizados en este ámbito estarían los ya clásicos de Stanley Payne, en particular su obra de 1980 Fascism: Comparison and Definition, aunque obviamente sobre este tema se ha seguido escribiendo, teorizando e interpretando, y el debate historiográfico no parece que se vaya a cerrar nunca del todo. Lo que tampoco parece, no obstante, es que las aportaciones de Payne vayan a perder su valor. Payne elabora una lista (de hecho, un cuadro) en la que establece una descripción tipológica del fascismo. Me parece que puede constituir un interesante objeto de reflexión este listado, a la vista tanto de algunas noticias recientes como --y esto es quizá más importante porque lo tenemos en casita-- de ciertas acusaciones que oímos habitualmente en labios de una izquierda autoproclamada que no se sabe muy bien cuán alejada está del propio Chávez.
Tomemos a Payne y juguemos sencillamente a un divertido juego. El deporte es sano, ¿no? Pues venga: Aznar vs. Chávez. Suena el silbato:

A. Las negaciones fascistas:

- Antiliberalismo: Chávez 1 - 0 Aznar

- Anticomunismo: Chávez 1 - 1 Aznar

- Anticonservadurismo: Chávez 2 - 1 Aznar

B. Ideología y Objetivos:

- Creación de un nuevo Estado nacionalista autoritario, no basado únicamente en principios ni modelos tradicionales: Chávez 3 - 1 Aznar
Aclaro los motivos de esta puntuación: el fascista de Aznar, dejando aparte sus errores y las "actitudes" políticas de las que se puede discrepar, no subvirtió nunca el orden constitucional español, ni se colocó por encima de la lógica y la matemática parlamentaria, ni protagonizó un intento de golpe de Estado. Chávez no sé cuántas reformas constitucionales lleva ya, y su tendencia a perpetuarse en el poder es notoria. El fascista de Aznar limitó sus mandatos a ocho años. Y lo cumplió.
- Organización de algún tipo nuevo de estructura económica nacional integrada, regulada y pluriclasicista, se llamara nacionalcorporativa, nacionalsocialista o nacionalsindicalista: Chávez 4 - 1 Aznar
Ninguno de los dos encaja del todo aquí, pero creo que es obvio que la intensa regulación económica de Chávez lo hace mucho más (aunque no sea pluriclasicista) que el liberalismo económico del aznarato. Le otorgo el punto, pues.
- El objetivo del imperio o de un cambio radical en la relación de la nación con otras potencias. Chávez 5 - 2 Aznar
Las puntuaciones concedidas (un punto para cada) no se atienen del todo a mis propias opiniones al respecto, pero las dejo así en atención a quienes dicen (olvidando la política del propio Felipe González --OTAN de entrada no--) que el alineamiento con Estados Unidos y la postura proatlántica en general rompía con los tradicionales postulados de las relaciones exteriores de España. Esto es sumamente discutible, pero aceptemos barco. En cuanto a Chávez, su voluntad manifiesta de ser líder de un cambio regional y sus notorias excentricidades (por así llamarlas) en política exterior creo que le hacen acreedor sin duda de este bien merecido punto.
- Defensa específica de un credo idealista y voluntarista, que normalmente implicaba una tentativa de realizar una nueva forma de cultura secular, moderna y autodeterminada: Chávez 6 - 2 Aznar
Jugamos de nuevo al "a ver quién se parece más". Chávez no creo que sea idealista, pero abusa constantemente de la cuestión de la cultura del subcontinente latinoamericano y de su independencia --léase autodeterminación, ¿no?-- respecto a los malvados imperialistas; también habla de un "socialismo del siglo XXI" que tiene mucho de esta retórica de lo nuevo, de un cierto renacer.
C. Estilo y organización:

- Importancia de la estructura estética de los mítines, los símbolos y la coreografía política, con insistencia en los aspectos románticos o místicos: Chávez 7 - 2 Aznar
¿Les suenan esas camisetas rojas? ¿Ese tono exaltado?
- Tentativa de movilización de las masas, con militarización de las relaciones y el estilo políticos y con el objetivo de una milicia de masas del partido: Chávez 8 - 2 Aznar (creo que no harán falta explicaciones).

- Evaluación positiva y uso de la violencia, o disposición al uso de ésta: Chávez 9 - 3 Aznar
Aquí vuelvo a hacer una concesión; creo que hay cosas que son cualitativamente distintas, pero sin ánimo de entrar en largas disquisiciones al respecto concederé que ambos líderes han estado más que dispuestos al uso de la violencia. (Por otra parte, ¿qué Estado no lo está? Aquí es donde entraríamos en las diferencias cualitativas, pero eso para otro día.)
- Extrema insistencia en el principio masculino y la dominación masculina, al mismo tiempo que se defendía la visión orgánica de la sociedad: dejemos el marcador sin cambios.
Podría defenderse, puestos a defender, que ambos son machistas, o que no lo es ninguno. A falta de políticas concretas --que se me ocurran de entrada-- que respalden un argumento u otro, y a pesar de que a mí me parece claramente que Chávez va de macho, los dejo a los dos sin puntos. Todo sea por la concordia.
- Exaltación de la juventud sobre las otras fases de la vida, con hincapié en el conflicto entre generaciones, por lo menos al efectuar la transformación política inicial: de nuevo sin cambios (aunque tal vez me falten datos), pero creo que el culto a la juventud es lamentablemente algo bastante extendido por todo el mundo hoy día. Como si la juventud fuera un valor en sí mismo. En esto caemos quizá todos, aunque no a la manera de los fascismos.

-Tendencia específica a un estilo de mando personal, autoritario y carismático, tanto si al principio el mando es en cierta medida electivo como si no lo es: Chávez 10 - 3 Aznar


Goleada de Chávez, pues. En fin, entenderán ustedes que no pretendo que se tome esto demasiado en serio, y que en buena medida no es más que un juego, una salida tal vez simpática y facilona. Pero creo que el listado de Payne, pese a que yo lo haya masacrado, da mucho que pensar. Creo también, y esto es clave, que Chávez no es un fascista: a estas alturas, tiene una demasiado claro que el término no debe aplicarse a la ligera, pero ése precisamente es el problema de lo que está haciendo Huguito. Que no es fascista, repito, pero que desde luego se acerca más a la definición de fascismo que nuestro denostado y doméstico Aznar. Tampoco hace falta acusar a Chávez --erróneamente-- de fascista: argumentos contra él hay de sobra. Algunos dirán que también contra Aznar; yo creo que sí, que los hay. Pero también creo que no son tantos, o no tan buenos. Chávez lo está demostrando a diario, pero más que sus diatribas reitero que me preocupan los iluminados líderes de una izquierda española (pero plurinacional, ¿eh?) que según parece no ha abierto en su vida un libro de Historia. Quizá sí hayan devorado muchos de memoria histórica, claro. Pero convendrán conmigo en que eso... Eso es otra cosa.

miércoles, 14 de noviembre de 2007

¿Qué izquierda?

Extraigo algunos fragmentos del interesantísimo (y refrescante, por cierto, ante las cosas que hay que aguantar últimamente) Manifiesto de Euston por la renovación de la política progresista.
Somos demócratas y progresistas (...) La reconfiguración del pensamiento progresista a la que aspiramos implica el trazado de una frontera entre las fuerzas de izquierdas que permanecen fieles a sus valores auténticos y otras corrientes que últimamente han manifestado una excesiva flexibilidad respecto de esos valores. Supone hacer frente común con los demócratas de verdad, sean o no socialistas.
(...)
DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS:
1. Por la democracia
Manifestamos nuestro compromiso con las normas democráticas, sus procedimientos e instituciones (...) Apreciamos las tradiciones e instituciones y el legado de (...) la democracia pluralista y liberal.

2. Contra la apología de la tiranía
Nos negamos a justificar o a manifestar nuestra indulgente “comprensión” de los regímenes y movimientos reaccionarios para los cuales la democracia es un enemigo detestado (...) Trazamos con mano firme una frontera entre nosotros y quienes desde posturas progresistas de izquierdas se apresuran actualmente a brindar razones exculpatorias a estas fuerzas políticas.

3. Derechos humanos para todos
Consideramos que los derechos humanos fundamentales inscritos en la Declaración Universal son precisamente universales (...) Rechazamos el doble rasero [de] buena parte de la autoproclamada opinión progresista, para la que las violaciones de los derechos humanos más benignas (aunque desgraciadamente existentes) cometidas cerca de casa o a manos de gobiernos desfavorecidos son siempre más denunciables que otras violaciones flagrantemente más graves. Rechazamos asimismo el relativismo cultural (...)

4. Igualdad
Abrazamos los principios de una política igualitaria universal [y de] la igualdad social y económica más amplia en todos los ámbitos (...) Dejamos abierta la definición de las mejores formas económicas de lograr esta igualdad generalizada, pero apoyamos los intereses de los trabajadores en todo lugar y su derecho a organizarse para defenderlos. Los sindicatos democráticos son las organizaciones de base en la defensa de los intereses de los trabajadores (...) Los derechos laborales son derechos humanos (...)

5. Desarrollo para la libertad
Defendemos el desarrollo económico global para la libertad y contra la opresión económica estructural y la degradación del medio ambiente. La expansión actual de los mercados globales y la libertad de comercio no deben servir los limitados intereses de una pequeña elite (...) La globalización debe aspirar a una integración social global y al compromiso con la justicia social. Apoyamos una reforma radical de las principales instituciones encargadas del gobierno global de la economía (...)

6. Oposición al antiamericanismo
Rechazamos (...) el antiamericanismo que actualmente infecta una parte importante del pensamiento progresista de izquierdas (...) No se trata de postular a EE.UU. como modelo de sociedad (...), pero (...) alberga una democracia consolidada con una noble tradición a sus espaldas y logros sociales y constitucionales duraderos alcanzados en su nombre (...) El hecho de que la política exterior de EE.UU. con frecuencia haya luchado contra gobiernos y movimientos progresistas y apoyado a algunos que son autoritarios y regresivos no puede justificar un prejuicio generalizado (...)

7. Por la solución de los dos estados
Reconocemos el derecho tanto del pueblo israelí como del palestino a la autodeterminación, en el marco de dos estados distintos. La subordinación o eliminación (...) de una de las dos partes (...) no puede constituir una solución razonable (...)

8. Contra el racismo
Para los progresistas y la izquierda el antirracismo es un axioma de base (...) La reciente reaparición [d]el antisemitismo no ha sido aún convenientemente reconocida en ambientes progresistas y de izquierda. Algunos explotan los legítimos agravios del pueblo palestino (...) para enmascarar sus prejuicios contra el pueblo judío detrás del eslogan del “antisionismo” (...)

9. Unidos contra el terror
Nos oponemos a todas las formas de terrorismo (...) No puede ser justificado con el argumento de que se realiza en nombre de una causa justa. El terrorismo de inspiración islamista es hoy una realidad generalizada. Constituye una amenaza a los valores democráticos y la libertad (...) Ello no debe servir de justificación para los prejuicios contra los musulmanes, [pero] constituye una amenaza que ha de ser combatida y no justificada.

10. Un nuevo internacionalismo
Apoyamos una política internacionalista y la reforma de las leyes internacionales en pro de la democratización y el desarrollo globales. Las intervenciones humanitarias, cuando son necesarias, no son un desprecio de la soberanía sino su conveniente aplicación a la “vida en común” de las personas. Sólo los Estados que protegen mínimamente la vida en común de sus gentes (...) merecen que su soberanía sea respetada (...) Cada vez que se traspasa el límite de la inhumanidad, se impone la “responsabilidad de proteger”.

11. Apertura crítica
Basándonos en la desastrosa experiencia de las justificaciones de los crímenes del estalinismo y el maoísmo avaladas por la izquierda, así como en más recientes ejemplos de esta conducta (algunas reacciones a los crímenes del 11-S, la búsqueda de excusas para el terrorismo suicida, la reciente y vergonzosa colaboración entre el movimiento del “no a la guerra” y los teócratas dogmáticos), rechazamos la idea de que no puede haber enemigos en la izquierda. Del mismo modo, rechazamos la idea de que no pueden tenderse puentes a ideas y personas situadas a nuestra derecha. Los izquierdistas que hacen causa común con, o hallan excusas para, las fuerzas antidemocráticas deben ser criticados de la manera más clara y contundente. A la inversa, prestamos atención a voces e ideas liberales y conservadoras que contribuyen al fortalecimiento de las normas y prácticas democráticas y a la lucha por el progreso de la humanidad.

12. La verdad histórica
(...) Manifestamos enfáticamente el deber de los genuinos demócratas de respetar la verdad histórica. No sólo los fascistas, los negacionistas y otros de esta especie han intentado borrar las huellas de la historia. Una de las tragedias de la izquierda es que su misma reputación se vio masivamente comprometida por el movimiento comunista internacional, y algunos de sus miembros aún no han aprendido la lección que se impone (...)

13. Libertad de pensamiento
Defendemos la tradicional libertad de pensamiento liberal (...) Se debe defender el derecho a criticar ideas (incluso sistemas de ideas) suscritas por otros. Esto incluye la libertad de criticar las religiones, tanto los credos específicos como la religión en general (...)

14. Código abierto
En el marco del libre intercambio de ideas, y con el fin de fomentar las iniciativas intelectuales conjuntas, apoyamos el desarrollo sin trabas del software y otras herramientas creativas y nos oponemos al registro de genes, algoritmos y fenómenos de la naturaleza (...)

15. Una herencia que hay que proteger
Rechazamos el miedo a la modernidad, el miedo a la libertad, el irracionalismo, la subordinación de las mujeres. Y reafirmamos las ideas que inspiraron los grandes llamamientos colectivos de las revoluciones democráticas del siglo XVIII: libertad, igualdad y solidaridad, derechos humanos, búsqueda de la felicidad. Estas ideas seminales se convirtieron en nuestra herencia gracias a las transformaciones socialdemócratas, igualitarias, feministas y anticolonialistas de los siglos XIX y XX, que aspiraron a la búsqueda de la justicia social, el estado del bienestar (...) Pero no somos fanáticos, y por ello abrazamos igualmente los valores del libre cuestionamiento, el diálogo abierto y la duda creativa, del juicio ponderado y la conciencia de los límites impuestos por la realidad. Nos oponemos con el mayor vigor a la imposición de una verdad total, incuestionable y acrítica.
El Manifiesto sigue, y lo recomiendo fervientemente. Quizá en otro momento profundice en alguno de los aspectos que he reseñado. De momento, creo que les dejo una buena lectura.

domingo, 11 de noviembre de 2007

Risas y lágrimas

Las autoridades sanitarias desaconsejan ver el siguiente vídeo en lugares públicos en los que las personas circundantes puedan asustarse de las carcajadas. O de las lágrimas.



Eso sí: se recomienda fervientemente no perdérselo. Una buena muestra de eso que llaman calidad democrática.

El hallazgo, cortesía de Evasión liberal (laboral).

Huelga añadir comentarios.

martes, 6 de noviembre de 2007

La media memoria

La memoria lo que busca es la legitimación del presente. Yo creo que es mejor asumir nuestro pasado entero que ponernos delante de un espejo y decir "no, a ver, si me pongo de perfil así yo creo que no estoy mal (...)"
La afirmación no es mía, obviamente, pero nos lo decían el otro día en clase y viene al pelo.
José Antonio Parejo es investigador y profesor en el Departamento de Historia Contemporánea de la Universidad de Sevilla. El Aula de la Memoria Histórica es un organismo dependiente del Ayuntamiento de la misma ciudad (casualmente, para bien o para mal, la mía). Si ponemos a estos dos actores frente a frente, diríase a priori que el más autorizado a hablar de Historia debería ser el historiador. No es cuestión de depositar una fe desmedida en la universidad española, ni siquiera en el gremio de los historiadores, en el que habrá de todo. Pero, puestos a elegir, y tratándose de reconstruir la Historia, parecería más digno de confianza un trabajo de investigación, basado en la recogida de datos, que las afirmaciones de los políticos y sus organismos, basadas en la recogida de votos.
En días recientes los acontecimientos parece que han puesto de relieve las consecuencias perversas de dejar la Historia en manos de políticos al tiempo que se confunden --me temo que a conciencia, al menos en algunos casos-- conceptos tan distintos y en ocasiones enfrentados como Historia y memoria. No creo que sea necesario argumentar algo que, por otra parte, es una obviedad. Lo señala certeramente el protagonista de los hechos:
El concepto mismo [de memoria histórica] es una aberración, porque una cosa es la memoria y otra muy distinta es la Historia. La memoria tiende a olvidar los malos recuerdos, pero eso no ocurre con la Historia, que tiene que remitirse a los hechos históricos. Lo que parece que se pretende aquí es mezclar las dos cosas y reescribir la historia de España, en ese episodio concreto, de acuerdo a un planteamiento determinado.
El planteamiento, claro, del Aula de la Memoria Histórica y de lo que en definitiva es el espíritu mismo de esta recuperación que nos venden, basada en una distinción neta y maniquea entre buenos y malos y (lo que es peor, porque las valoraciones son personales) en una ocultación deliberada de la realidad de lo que fue una de las etapas más inestables, violentas y dramáticas de nuestra Historia reciente. Hablo, claro está, de la Segunda República, ese paraíso perdido tan añorado por muchos que no tuvieron la mala suerte de padecerlo ni han tenido de momento la sana intención de poner en duda una memoria creada por cualquiera menos por historiadores. No digamos ya de ponerse en duda a sí mismos. Las "convicciones firmes" a veces tienen estos efectos, pero los libros suelen ser un buen antídoto.
El efecto de todo esto tiene un nombre: censura. Cuando el Aula de la Memoria Histórica encarga a Parejo un libro sobre la Falange en Andalucía y concretamente en Sevilla, éste comete el error de revelar en el mismo algo tan escandoloso y políticamente incorrecto como lo siguiente:
No era un partido de señoritos, compuesto exclusivamente por gente de derechas, sino que, como se demuestra en los archivos, la Falange era un partido interclasista, con un componente de obreros muy importante durante la República.
A partir de aquí, la publicación del libro queda aplazada e inexplicablemente demorada, hasta que finalmente se le dice a su autor a las claras que convendría que modificase algunos aspectos del libro "porque hay opiniones y frases que suponen un trato de favor a la Falange".
Sobrarían los comentarios, pero no me resisto. La censura es preocupante, pero en algún que otro sentido tal vez sea aún más triste pensar que los señores encargados de una cosa que hacen llamar Aula de la Memoria Histórica puedan ser tan ignorantes. Digo esto porque dos y dos suelen sumar cuatro. Falange era un partido fascista, en el sentido no restrictivo del término. Y resulta que el fascismo, como sabe cualquiera cuya formación histórica vaya más allá de lo que aporta la LOGSE, cuenta entre sus principales características este interclasismo. Me extrañaría, pero es posible (no lo sé) que este libro constituya la primera constatación científica del fenómeno en Andalucía o incluso de su aplicabilidad a Falange en general, pero a grandes rasgos no es un gran descubrimiento en el contexto de la caracterización de los fascismos. A poco que se sepa algo de Historia, no es una sorpresa. Antes al contrario. De modo que, señores, si van ustedes a dirigir un Aula de la Memoria Histórica, estaría bien que no practicasen la censura. Pero, si han de hacerlo, por lo menos aprendan antes Historia. Aunque sea para no hacer el ridículo más de lo estrictamente necesario.

La noticia y una entrevista a Parejo aparecieron ayer, cinco de noviembre, en la edición impresa de El Mundo / Andalucía, página veintinueve. Aquí se recoge una versión; notablemente resumida, pero algo es algo.

Todavía me dirán que es que esto lo cuenta El Mundo. Esos fachas. Cómo va a ser verdad.

sábado, 3 de noviembre de 2007

Holocausto y culpa

Traduzco aproximada y parcialmente la carta de una adolescente alemana a propósito de la cuestión de la memoria del Holocausto.
¿Qué podemos hacer?
Aprendí sobre el Holocausto en el colegio en Alemania. Nos contaron lo que pasó, fuimos al campo de concentración de Dachau y a Berlín. Sé lo que pasó y siempre he pensado que es terrible. Pero cuando vine de intercambio a los Estados Unidos hace nueve meses empecé a pensar más en el tema y a intentar comprenderlo (...)
Una cosa de la que me he dado cuenta es que lo único que la mayoría de los americanos conocen de Alemania es a Hitler. A menudo me preguntaban, incluso algunos profesores, si soy nazi, si lo son mis padres o si odio a los judíos. Esto me entristecía y avergonzaba. Todo esto es alemán y no puedo cambiarlo, lo sé. ¿Pero cómo puedo sentirme culpable por algo que no es culpa mía? No puedo cambiar lo que ocurrió en el pasado, pero puedo intentar que no vuelva a ocurrir, aunque (...) nunca se puede enseñar lo suficiente sobre el Holocausto como para asegurar que no se repetirá jamás.
Fui con un amigo alemán al Museo del Holocausto de Washington D.C. Es un magnífico museo y conocimos a un soldado americano que estuvo destinado en Alemania y a una joven judía cuya familia logró escapar del Holocausto. El museo no es un lugar en el que puedas sentirte orgulloso de ser alemán. Me sentí avergonzada y deprimida, pero me ayudó que tanto el soldado como la chica judía me tratasen muy amigablemente, con amabilidad y respeto, porque entendieron que no es culpa nuestra. Ambos estaban interesados en saber cómo se enfrenta Alemania, y en especial su generación más joven, a su triste Historia (...)
Sólo tengo diecisiete años; mi abuela diría que qué sabré yo de la vida. He disfrutado mucho de mi año en los Estados Unidos y espero que al menos los americanos que conocí a lo largo de este tiempo no piensen ya que todos los alemanes son nazis ni tengan mala opinión de Alemania.
Agradezco tantísimo que el señor Marzynski no perdiera toda esperanza en Alemania. Sólo lo vi durante una hora en Frontline, pero me sentí como si lo conociera de toda la vida. Un hombre muy agradable.
No me importa si eres judío o cristiano o musulmán. No me importa si eres blanco o negro. En todos los lugares del mundo hay gente buena y gente que no lo es tanto.
Julia Leibold
Munich, Alemania
La negrita es mía. Me resulta terrible la desesperación que parecen traslucir las palabras de alguien que no puede tener la culpa de algo ocurrido hace más de sesenta años. Pero más allá de esta tristeza, me pregunto si alguien se ha parado a pensar en las consecuencias de determinadas políticas de la memoria.
¿Dónde está el límite entre el conocimiento de la propia Historia y el traspaso de la culpa de generación en generación? ¿Es lícito hacer que se herede la culpa? Es sabido que dicha sensación puede generar diversas reacciones, pocas de ellas positivas, algunas de ellas peligrosas: desde el distanciamiento emocional y la frialdad hacia el tema hasta brotes de agresividad resultantes de una sensación de acoso. Que toda una generación en todo un país se sienta perseguida y señalada con el dedo por el simple hecho de haber nacido en Alemania con posterioridad al Holocausto no parece la mejor forma de remediar lo que en cualquier caso es por completo irremediable. No parece la mejor forma de contrarrestar el hecho de que hace medio siglo todo un pueblo en todo un continente fuese efectivamente [ojo: no pretendo establecer comparaciones grotescas: en este caso no era una sensación, sino una realidad] perseguido hasta la exterminación. En cualquier caso, crear culpables que no lo son no creo que contribuya a la empatía con las víctimas. Posiblemente sirva para todo lo contrario.
Tal vez me equivoque. Pero asusta preguntarse si a veces, con las mejores intenciones*, no estamos creando monstruos y sembrando tempestades futuras.

Aquí algunas lecturas de interés sobre esta "tercera generación" de alemanes y su complicada relación con el Holocausto. Es decir: con sus padres, con sus abuelos y con su país.

(* - Cada vez estoy más convencida de que las buenas intenciones habría que hacérselas mirar. A ver si van a ser contagiosas.)

viernes, 2 de noviembre de 2007

Democracia y democrátas

A los españoles se nos llena la boca de democracia, pero últimamente me pregunto cómo es posible que exista tal cosa en un país en el que prácticamente no hay demócratas. Peco de exageración, lo sé, pero aun así he de confesar que la realidad no deja por ello de ser desalentadora y en ocasiones desconcertante. Nuestra clase política es el principal escaparate de esto que describo, y quizá un día como el del miércoles pueda servir de paradigma, con un partido en la oposición que se desmarca sin desmarcarse de la conspiranoia que según dicen ahora nunca han apoyado; un presidente del gobierno que programa para un día con noticia-bomba ya prevista su comparecencia ante el congreso por los socavones de Barcelona; una ministra de fomento incapaz de fomentar nada que no sea el desastre y que sin embargo se niega a dimitir y se pasea por Sevilla por las mismas fechas aproximadas en que descarrila el maravillosamente inútil tranvía de millones de euros que nos ha puesto nuestro alcalde (si no se podía inaugurar el metro habría que inaugurar alguna otra cosa, entiéndanlo).
Pero decía Ortega algo así como que el problema de España no es político, o no lo es únicamente; venía a decir, aunque más elegantemente y con mayor profundidad, algo parecido a aquello de que tenemos lo que nos merecemos. Los políticos serían si acaso un espejo: el problema es el país. Aunque me alejo lo que puedo de la tentación fatalista de creer en un mal específicamente español o de reivindicar el ibérico "Spain is different", lo cierto es que a veces entran dudas: la calle es un lugar terrible. Resulta que asiste una a un ciclo de conferencias sobre Cuba y esta vez (pero no todas: aún recuerdo a Raúl Rivero) tiene suerte y todo se desarrolla con absoluta normalidad --y puede disfrutar, dicho sea de paso, de interesantísimas reflexiones--, pero en cuanto se abre la mano al diálogo con una mesa redonda empiezan los saltos a la yugular y un comportamiento ligeramente menos cívico y razonable de lo que gustaría en ámbitos académicos. No es que ocurriese nada especialmente grave, pero la Universidad, algunos deberían recordarlo, no es un patio de vecinos. A la salida alguien me comentaba que si ciertamente tenemos una derecha pedestre, no cabía duda de que acabábamos de ver en acción a esa izquierda "asilvestrada" tan nuestra. Y una termina suspirando y sale de allí pensando que está hasta las narices de progres.
Pero regresa a la calle y se topa con un grupo de pequeñuelos imberbes de quince añitos que a las once de la noche y sin mediar provocación alguna deciden de pronto dedicarse a la noble y productiva actividad de agredir verbalmente, insultar a voces y proferir a gritos que quien aquí escribe es una progre (literal). Por la sencilla razón de que... iba en bici. [Como leen. A la velocidad aproximada de un caracol. Sin pedir siquiera el paso a nadie, porque --consciente de que no iba por un carril bici, inexistente en ese lugar en particular-- resultaba preferible y más educado limitarse a ir a la misma velocidad de la gente que por allí caminaba. Para no molestar.]
Llevaba bici, así que soy una progre. O iba a unas conferencias sobre el futuro de Cuba, así que lo mismo soy agente de la CIA (¡¿qué es eso de pensar que Cuba tiene futuro?! A quién se le ocurre).
Llegué a casa y encendí la radio: se hablaba de las grandes noticias del día y, como de costumbre, cada cual lanzaba sus platos contra la cabeza del adversario. Tuve un momento de desconsuelo: tal vez los políticos no estén tan alejados de la realidad como tiendo a pensar.