jueves, 31 de julio de 2008

Arm, aber sexy




Ya les contaré a la vuelta. De momento, sólo quería explicar el silencio de las últimas semanas.

Por cierto, ni se imaginan lo bien que se vive sin enterarse de las noticias españolas.

miércoles, 16 de julio de 2008

Extrapolando

Ay, los derechos fiscales de los territorios. Se pregunta una ante estas posturas por qué los vecinos del barrio de Salamanca o del sevillano de Los Remedios tienen que aportar dinero para financiar colegios públicos a los que no mandan a sus hijas, una sanidad estatal que nada tiene que ver con sus médicos privados o las mejoras urbanísticas y de infraestructuras en zonas deprimidas que jamás pisarán.

Mejor abolamos los sistemas tributarios de los estados modernos, con su estúpida manía redistributiva, y volvamos a la Edad Media, las corporaciones y los señoríos. Entonces sí que vivíamos bien.

[Dicho todo lo cual, y pese a la evidencia de que los derechos de los territorios son una estupidez: no sé si lo son tanto las obligaciones --no de los territorios, sino de sus administraciones y gobernantes, o lo que es lo mismo, de los ciudadanos que los eligen-- de potenciar el desarrollo y la cultura del trabajo en lugar de la subvencionitis. Andalucía sabe bastante, aunque pretenda no darse por enterada, de tales cuestiones.]

sábado, 5 de julio de 2008

La duda ortográfica




¿Le cuesta recordar el nombre del partido?
Quiero expresarte mi más cordial bienvenida al congreso federal del Partido Socialista... Obrero Español.

¿O es que siguen siendo el partido del proletariado (no internacional)?
Quiero expresarte mi más cordial bienvenida al congreso federal del Partido Socialista, obrero español.

No sé cuál de las dos posibilidades me resulta más divertida.

miércoles, 2 de julio de 2008

Licenciada

Me van a perdonar ustedes la debilidad y el sentimentalismo, pero es que ya soy (extraoficialmente) licenciada. Algo de vértigo da.

Pero hay algo en ese atardecer de domingo que antes no existía, una sensación de premura y despojo que ha ido creciendo a medida que se acercaba el final del curso. Se ha adelgazado la consistencia de las cosas y los colores son ahora más vivos bajo una luz ya de verano, y los olores más intensos, el tiempo discurre con una desconocida liviandad y parecen más breves las clases y los días y hasta las canciones, una moneda en la ranura de la máquina de discos y en menos de tres minutos se acaba la música, y con ella la exaltación de tanta ternura imaginada, la plenitud furiosa de las guitarras y la batería, tantas afirmaciones y huidas y búsquedas demasiado perentorias para que alguien o algo las satisficiera. Y en esa urgencia detenida, en la repetición de caminatas, canciones, exámenes, encuentros fugaces con Marina, días tachados en los calendarios, aprendíamos lentamente y por primera vez que nuestras vidas de siempre estaban a punto de cambiar, y había delante de nosotros fechas definitivas y pasos que ya no tendrían vuelta. Era, aquella tarde de domingo, con las heladerías ya abiertas y las muchachas vestidas de colores claros, con un azul de postal en el cielo de Mágina, sobre las casas de cal blanca y las torres doradas por el sol, el descubrimiento inaudito de que algunas cosas ocurren por última vez: en la semana siguiente habría un último examen en el instituto, y cuando pasara el verano y terminaran los días tibios de la feria de octubre ya no volveríamos nunca más a las aulas. Viviríamos otras vidas en ciudades lejanas, y el tiempo habría perdido su tediosa eternidad circular, la rotación de los cursos, de las cosechas, de los trabajos en el campo, hasta de los paisajes amarillos, ocres, verdes, azulados, que habíamos visto sucederse en el valle del Guadalquivir desde antes de tener memoria o uso de razón. Desde ahora el tiempo era una línea recta que se prolongaba en dirección al porvernir y al vacío (...)

Antonio Muñoz Molina
El jinete polaco